La formación como apuesta permanente

Por Sylvia Gerosa (*)

(*) Directora de la escuela primaria “Alfonsina Storni”, Potrero de Garay.

La distancia y el aislamiento que provocó la pandemia puso en evidencia una de las cuestiones centrales de la escuela, que es la posibilidad de compartir un espacio de socialización, y que el proceso de enseñanza y aprendizaje, la construcción de conocimiento, ocurre en ese encuentro con otros. Por eso, el retorno a la presencialidad, más allá de los cuidados y temores, se dio con mucho entusiasmo, se notaban las ganas de volver a encontrarnos, de ponerle pilas a ese estar en la escuela, una avidez por lo nuevo, tanto de las docentes como de los estudiantes, por enseñar y por aprender. Los chicos con sus ganas de encontrarse con sus compañeros, de conversar, de tener ese contacto con el otro. La mirada, la charla, el juego, ese reconocerse, pensar que está ahí, que está presente, que se hace visible. La escuela en tanto espacio social y lugar de encuentro como condición para el aprendizaje.

Y sostener estas definiciones, esta experiencia vivida, no solo en relación a los estudiantes, que es lo lógico y lo esperable, sino también para repensar y redefinir nuestra tarea docente. Necesitamos dejar de lado las individualidades para poder constituirnos como equipo de trabajo, apoyarnos en esta idea de la escuela como espacio común para poder trabajar con el otro, compartir lo que sé, la mirada pedagógica, diferentes experiencias y estrategias.

Todos sabemos diferentes cosas y ponerlas en común puede ayudarnos a resolver problemáticas que aparecen como aisladas, pero que la mayoría de las veces se repiten o son similares. Como docentes, nos cuesta mucho mirarnos, abrir el aula o mostrar nuestra práctica al resto de los compañeros, pero tampoco tenemos espacios donde poder hacerlo e ir aprendiendo y ejercitando ese compartir. Espacios institucionales donde cruzar miradas y pensar abordajes estratégicos. La sociedad y las necesidades de los chicos avanzan a velocidades vertiginosas y si no logramos constituir y consolidar estos espacios de reflexión, es muy difícil ir al mismo ritmo.

Otra de las cuestiones que se pusieron en evidencia con la pandemia, fueron las desigualdades sociales, la diferencia de condiciones y de posibilidades. Chicos de escuelas privadas que tenían clases virtuales diarias y nosotros -en la escuela rural o en el CENMA- apenas si logramos pasar un PDF a través de WhatsApp, o que la maestra o el profe pudiera ir hasta la casa para alcanzarles las fotocopias y trabajos. Por eso, para pensar nuestra tarea pedagógica, tenemos que pararnos más cerca de la realidad y el contexto de cada chico, en cada individualidad y a partir de ahí desarrollar aprendizajes. También contemplar las realidades familiares y su entorno de posibilidades, no para reducir expectativas ni bajar conocimientos, sino para pensar y diseñar las mejores estrategias pedagógicas. Tenemos que sostener la exigencia en relación al conocimiento y para eso es fundamental apostar a la formación permanente, como una manera de profesionalizar la docencia, para que nuestros estudiantes -además de acceder a ese conocimiento-, puedan aprender.

educar en Córdoba | no 40 | Noviembre 2022 | Año XXI | ISSN 2346-9439
Columna: La formación como apuesta permanente
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Luciano