Susana Lionetti fue profesora de Educación Física durante 30 años en el Colegio Comercial “Joaquín V. González”, de La Falda y en el Nacional de Capilla del Monte, hoy IPEM 279, donde también fue rectora durante tres años, hasta su jubilación. Además de la docencia, entre sus intereses y preocupaciones siempre tuvo un lugar prioritario la problemática de género: ocupó la presidencia del Consejo Municipal de la Mujer y Políticas de Género de Capilla del Monte, desde su creación en 2000 hasta 2011. Luego, continuó su actividad/militancia dando charlas, talleres y capacitaciones sobre prevención de violencias de género en espacios provinciales, nacionales e internacionales. También forma parte de la Unidad Temática Género y Municipio, de Mercociudades. educar en Córdoba viajó hasta Capilla del Monte para conversar con Susana sobre un proyecto innovador, que lleva adelante desde 2016: la brigada de jóvenes para la prevención de violencias de género. Una experiencia que conjuga formación de formadores, formación entre pares y el abordaje de una temática tan actual y necesaria.
Son aproximadamente 30 jóvenes voluntarios y voluntarias de cuarto, quinto y sexto año de los colegios secundarios de Capilla del Monte, que se reúnen por fuera del horario escolar cuatro veces por semana para estudiar, investigar, buscar y elaborar materiales que luego formarán parte de los talleres para la prevención de violencias de género, que dictan a chicos y chicas de ciclo básico. “Yo siempre les digo que la primera responsabilidad para poder abordar un tema, para poder lograr el cambio que nos proponemos, es estudiar; debemos conocer en profundidad de lo que queremos hablar”, explica Susana Lionetti, responsable de esta iniciativa que surgió como una propuesta a un grupo de 6° año del Colegio Nacional donde fuera docente y rectora. Luego, la convocatoria se extendió a los tres colegios secundarios de Capilla del Monte. En estos tres años de actividades, ya pasaron por la brigada alrededor de 100 jóvenes, muchas y muchos de las y los cuales siguen en contacto con el proyecto.
“La brigada surge como respuesta a una deuda pendiente que no pudimos trabajar cuando presidía el Consejo de la Mujer y Políticas de Género. El Estado atiende hechos consumados de violencia, pero no trabaja en la prevención sistemática, que en definitiva es la que nos permite cambiar conductas y comportamientos, que en el largo plazo traen como consecuencia la disminución de los niveles de maltrato y violencia y la posibilidad de reducir la expresión mayor de esos actos de violencia que es el feminicidio”.
En un principio, la brigada de jóvenes daba charlas masivas en el cine Muiño de la ciudad sobre prevención de la violencia, promoviendo la construcción de vínculos saludables en el noviazgo; también abordaban la prevención contra la trata de personas y violencias de género. Más adelante, aunque las charlas tenían buena convocatoria, tomaron una decisión estratégica y cambiaron la metodología de trabajo, para realizar talleres con estudiantes del ciclo básico. “Lo que buscamos de fondo es modificar conductas; queremos generar un profundo cambio cultural y social. Por eso elegimos la metodología de taller, donde los participantes puedan ser coprotagonistas de la construcción de ese conocimiento, favoreciendo una mayor y mejor apropiación de estas ideas. En el mismo sentido, elegimos trabajar con los primeros años, porque consideramos que es la edad adecuada para poder cambiar el chip; y ojalá nos diera el tiempo para trabajar también con 5° y 6° grado de primaria”.
En esta segunda etapa del proyecto, a las temáticas que ya tenían trabajadas para las charlas se le sumaron masculinidades y femineidades hegemónicas; los mandatos sociales; y agregaron el eje: educar en el respeto por la diversidad, que tiene más que ver con el lugar de las y los adultos, tanto docentes como la familia en general.
Formar formadores
El giro en la modalidad de trabajo, pasar de las charlas a los talleres, implicó reformulaciones en el abordaje de la temática, pensando en chicos y chicas de 12 a 15 años en lugar del público general, pero sobre todo generó reflexiones y debates en la construcción y diseño de la propuesta de taller. El trabajo es horizontal, cada integrante busca videos, textos, imágenes, dramatizaciones que puedan servir de disparadores y formas de acercar, visibilizar la problemática; luego, se ponen en común, y de manera colectiva van seleccionando cuáles son más potentes para desarrollar determinado aspecto, o abrir el debate o plantear alguna problemática. Susana subraya la importancia y potencia que tiene pensar dispositivos de formación para jóvenes, con jóvenes; de planificar el abordaje de cualquier problemática con y desde la mirada de las y los principales involucrados. “Y ahí siempre me sorprende el criterio de los chicos y chicas de la brigada, primero por su modo de evaluar los materiales pensando lo que les provoca a ellas y ellos mismos como jóvenes, si lo entienden, si les atrae, si les sirve para pensar sobre la problemática, y después, proponiendo modos de abordaje y propuestas de trabajo o dinámicas para ponerlos en juego. En eso la creatividad es fundamental. Grabamos un video donde, a modo de charla entre ellas y ellos, tomando mates, trabajaban estrategias y acciones para cuidarse en el uso de Internet, en espacios de ocio y recreación, cómo cuidarse de secuestros o ataques en la vía pública que es una cosa rápida y violenta; qué cuidados tener en los medios de transporte y cómo estar atentos para descubrir ofertas laborales engañosas. Ahí trabajamos con la coordinación del Instituto Parroquial “Madre Cabrini”, que es un colegio privado con orientación en audiovisual y comunicación”.
El compromiso de las y los jóvenes con las actividades de la brigada es fundamental, no solo para el sostenimiento del espacio en el tiempo, sino también para darle contenido, vigencia y pertinencia a la propuesta. Entre los materiales teóricos que se trabajan sobre violencias de género, puntualizan cuatro tipos: la violencia física, la violencia psicológica, la violencia simbólica y la violencia sexual. Debatiendo durante el diseño de los talleres, las y los brigadistas agregaron la idea de “violencia invisible”, en relación a ciertas canciones que se escuchan y cantan todo el tiempo y que van naturalizando e instalando ideas respecto del lugar de la mujer, y sobre la construcción vínculos y relaciones que están cruzadas por estos tipos de violencias. “Yo no sabía ni que existían esas canciones, ¡cuando me mostraban las letras yo no lo podía creer!”, primero sonríe y luego se horroriza Susana, destacando que la fortaleza de la brigada está dada por el protagonismo y centralidad de las y los jóvenes que la integran.
“Una de las cosas que más me sorprendió de verlos trabajar -relata orgullosa Susana-, es el manejo conceptual que fueron adquiriendo y el modo en que rápidamente internalizaron los principales ejes de la problemática”. “Yo veo en las y los chicos un proceso de madurez muy grande; primero, porque han estado en contacto con realidades muy diversas que ni se imaginaban. Chicos y chicas en extrema vulnerabilidad, jóvenes de escuelas especiales que hacen integración y siempre han trabajado maravillosamente bien”. “Compartieron con chicos y chicas que tenían dificultades para escribir y terminaban escribiendo lo que esa o ese joven quería decir o expresar”. Además, en su compromiso con el trabajo de la brigada “han desarrollado una empatía que les permite ponerse rápidamente en el lugar del otro, de los otros y las otras y tratar de comprender, sin juzgar”. Agrega Susana que también trabajan otras cuestiones al cierre de cada taller: cómo se sintieron, lo que les pasó a cada uno, a cada una, cómo lo vivieron, qué se podría cambiar o mejorar. “Lo que nosotros buscamos es que las y los jóvenes se afirmen en los valores de participación, empoderamiento y protagonismo, habilitándoles la palabra para construir espacios donde se fortalezca la salud, disminuyendo los riesgos y la violencia”.
Aprender entre pares
Los talleres que realiza la brigada de jóvenes se instrumentan como una jornada completa de trabajo y se realizan en los colegios, con la autorización de los equipos directivos y en horas de clase. Son coordinados por los chicos y chicas de la brigada, que van atando consignas más distendidas, con aportes conceptuales y espacios para que las y los participantes puedan tomar la palabra, expresarse y reflexionar de manera individual y colectiva. El juego de roles es una de las dinámicas utilizadas: reparten tarjetas que identifican una situación o característica particular, a partir de la cual cada participante tiene que vincularse con el resto, por ejemplo: “Tengo dos papás”, “soy gordo/a”; “soy sensible”, “soy pobre”, “soy débil”, “soy dócil”, “soy gay”; “soy muy flaco/a”; de las preguntas, acciones e interacciones que van surgiendo en las distintas situaciones, van abordando qué cuestiones se ponen en juego y de qué manera afectan a los involucrados e involucradas. La idea es lograr ponerse en el lugar del otro o la otra.
Otro eje de trabajo aborda la construcción de vínculos saludables. Ya constituidos los grupos de trabajo, se reparten tarjetas con situaciones y frases que los chicos y chicas de la brigada fueron relevando y reconstruyendo de su vida cotidiana y que aluden tanto a relaciones de pareja, como de amistad: “Tus problemas son los míos”, “quiero tener la contraseña de tu celu”, “estoy con vos en las buenas y en las malas”, “te quiero tal y como eres”, “anoche en la fiesta te la pasaste mirando a otra/o chica/o”, “quiero que me digas siempre dónde estás, porque te extraño mucho”. Luego, en grupos, debaten sobre la característica de cada frase que deben clasificar en cuatro columnas posibles: amor, amistad, celos, control.
En la elaboración de las tarjetas, las y los adolescentes de la brigada fueron explicitando escenas de la vida cotidiana, que muchas veces pasan desapercibidas o se naturalizan como gestos de cariño, amor o amistad, sin evidenciar o dejando pasar por alto la lógica de violencia con la que se van construyendo esas relaciones. La segunda instancia de la propuesta tiene que ver con reflexionar y clasificar a qué tipo de relación corresponde cada frase o situación, pudiendo elegir entre las cuatro categorías (amor, amistad, celos, control). Finalmente, los grupos de trabajo preparan un afiche colectivo a partir de consignas simples: ¿Qué significaría para ustedes tener novio o novia? ¿Existe la amistad entre el hombre y la mujer? ¿Qué esperarías de un novio o una novia? ¿Quién decidiría qué hacer? ¿Qué comportamientos te molestarían de tu pareja? Aquí, el verdadero aprendizaje, el eje pedagógico, no está puesto en las respuestas sino en la posibilidad de hacerse preguntas.
La propuesta de trabajo de la brigada hace hincapié en la necesidad de poner el cuerpo, de permitir, pero también empujar a que cada participante pueda involucrarse con la temática, que puedan expresarse, que discutan y desde allí, desde la reflexión, poner en juego lo conceptual.
“Apostamos a constituir la brigada con jóvenes, porque creemos que el mensaje que circula y se construye entre pares es mucho más internalizable, queda mucho más afianzado, se escuchan con mayor atención y es más saludable. Siempre decimos que nosotros hacemos un compromiso con la comunidad, para que se involucren escuela, familias y sociedad creando un espacio colectivo que trabaja por la salud de las y los jóvenes, protagonizado por jóvenes”. En ese protagonismo, Lionetti coloca la principal estrategia pedagógica donde la empatía y el código común abre y garantiza vínculos de confianza, donde las chicas y los chicos se animan a preguntar y plantear cuestiones que muchas veces les cuesta expresar frente a sus docentes o sus padres y madres. “Durante los talleres -relata- se ubican en ronda y arman grupos mixtos, donde los chicos y chicas de la brigada se sientan a la par como uno o una más, con aportes particulares que tienen que ver con su formación previa”.
Quizás, la marca de su perspectiva de trabajo se puede encontrar en el eslogan que las y los jóvenes de la brigada definieron colectivamente: Queremos contarte, para que no te pase ni a vos, ni a mí.
Siempre se puede ir un poco más lejos
A partir de los talleres realizados y la buena valoración del trabajo por parte de docentes y equipos directivos de los colegios, muchos profesores y profesoras interesados en la temática les piden desarrollar temas puntuales y específicos. También, se han propuesto ampliar el alcance de sus propuestas realizando talleres con docentes de nivel inicial y primario, a partir de un material producido por la propia Susana, denominado Desaprendiendo lo aprendido.
“Nuestra perspectiva de trabajo es lograr el paso o cambio que va de la escuela mixta a la concepción coeducativa”, argumenta Susana. “Esto es un marco teórico conceptual, que señala que venimos de una escuela fundada en determinados cánones, que dan cuenta de un modelo creado para el niño (varón) y que hoy es adaptado, forzado a un sistema mixto de niños y niñas. El pasaje a la escuela coeducativa significa trabajar por una igualdad real, que se apoye en las potencialidades de los niños y niñas, en lugar de partir de prejuicios y roles preconcebidos, las niñas a enfermería, docencia; los niños, ingeniería, deportes. ¿Qué debemos trabajar en ese sentido? El lenguaje, cómo se lo cambia tanto en la escuela como en el hogar, en la comunidad y en los medios. El uso de los espacios de recreación, que son espacios compartidos por niños y niñas; los materiales didácticos y los textos escolares; los propios currículums”.
Susana Lionetti y su brigada de jóvenes no pueden quedarse quietos; por eso, ya están planificando los próximos pasos: Familias por la igualdad. “Es una cosa que tenemos pendiente para adelante. Empezaríamos convocando a las familias de los chicos y chicas de la brigada, para que luego ellos puedan invitar a dos o tres familias amigas y así, ir armando un grupo con quienes trabajar para ver cómo en el seno familiar se van construyendo esas diferencias”. •