Experiencia de virtualidad en el jardín “Juan Martín Pueyrredón”, de Barrio Empalme, Córdoba capital

Una búsqueda por hacerse cotidiano en lo extraordinario

La posibilidad de continuar y sostener las clases por fuera de la presencialidad en nivel inicial, donde la edad de las chicas y los chicos obliga a que todas las actividades y oportunidades de contacto requieran de la mediación y el tiempo de sus familiares para llevarse a cabo, es una situación que desafía a las docentes y a la directora del jardín “Juan Martín de Pueyrredón”, no solo en su creatividad pedagógica, sino también en su rol como docentes, en la construcción y el sostenimiento de un vínculo que trasciende a cada niña y niño para enfocarse en la familia y su entorno social.

En los días previos al decreto del Aislamiento Social Preventivo Obligatorio (ASPO), la preocupación ya estaba presente en las conversaciones a la entrada y salida del jardín de infantes “Juan Martín Pueyrredón”, en barrio Empalme, a dos cuadras del arco de Córdoba. Madres, padres y abuelas o abuelos preguntaban por las medidas preventivas y cuidados que se estaban llevando a cabo; cada día las conversaciones cerraban con la misma pregunta: “¿Mañana hay clases?”. Inquietud a la que docentes y directora respondían con las disposiciones oficiales y la recomendación de prestar atención a los noticieros.

Cuando el jueves 19 de marzo se informó que a partir del viernes quedaban suspendidas las clases, se resolvía una pregunta, pero se abrían muchas otras. El jardín “Juan Martín Pueyrredón” tiene sala de tres, cuatro y cinco años por la mañana; y sala de cuatro y cinco por la tarde, con un total de 147 niñas y niños. “Tenemos un buen equipo docente -subraya la directora del jardín, Andrea Ahumada, más conocida como ‘Andi’ en la comunidad educativa y como ‘Chiche bombóm’ entre las chicas y chicos que asisten al jardín-, las docentes trabajan en duplas pedagógicas por sala, y tenemos mucho ejercicio de trabajo en equipo, pero lo que teníamos que resolver era algo nuevo para todas nosotras; y además, hacerlo desde la virtualidad era un desafío complejo”.

Durante los primeros días, la preocupación principal fue garantizar formas de comunicación y contacto con todas las familias, actualizar y chequear los números de teléfono que figuran en las fichas de inscripción. Contactar a las mamás con las que tenían mayor cercanía y confianza para pedirles que fueran las encargadas de compartir las actividades con el grupo de whatsapp que suelen conformar a principio de año; pero también, entendiendo que estos grupos nunca son exhaustivos, identificar y contactar a quienes no integraban dichos grupos. “Tuvimos que salir a buscar a las familias de las cuales no teníamos contacto”, explica Andi. “Así, fuimos preguntando quién conocía a tal familia, quién vivía cerca y podía llegarse hasta la casa para pedirle un teléfono. También aprovechamos la entrega de los módulos del Paicor para contactar a las familias que nos faltaban. Salimos a buscar una por una y gracias a eso, podemos decir que están todos contactados”.

Materiales para la construcción
La segunda preocupación estaba vinculada a las actividades y la propuesta pedagógica. Para Mabel Rodríguez, docente en sala de cuatro del turno tarde, la primera sensación fue de incertidumbre, de pensar cómo podrían construir y desarrollar un vínculo si apenas habían logrado compartir unos pocos días de clase. Pero lo fundamental, lo verdaderamente importante era acompañar a las chicas y chicos del jardín, tratar de que esta situación extraordinaria pudiera ser lo más llevadera posible y eso significaba también acompañar a las familias. “Teníamos que ser muy claras en las consignas y en las propuestas de actividades, porque al ser tan pequeños, necesitábamos sí o sí de las familias para que pudieran llevarlas a cabo. Elegir bien las palabras, que comprendieran qué les estábamos pidiendo y sobre todo, armar propuestas que les permitieran trabajar con los elementos disponibles en sus hogares”.

En reuniones virtuales, que por supuesto tuvieron su cuota de errores de conexión, audios entrecortados, imágenes pixeladas en modo robots y dispositivos caprichosos en sus tiempos de respuesta, el equipo de docentes junto a la directora planificaron actividades hasta el 31 de marzo, fecha hasta la cual se prolongaba el aislamiento. Las actividades fueron puestas en circulación a través de varios soportes. Una versión digital para los grupos de whatsapp, una versión de puño y letra en afiches para el panel de avisos en la entrada del jardín y varias fotocopias con el detalle de las actividades, ordenadas por sala y dispuestas como los volantes que suelen verse en las paradas de colectivo, para que cada familiar pudiera llevar a su casa.

Pero siempre se puede ir un poco más lejos y por eso, desde el equipo docente, también pensaron que quizás en muchos hogares no tuvieran elementos para trabajar. Entonces, Andi, la directora, juntó crayones, fibras y lápices; cartulinas, hojas A-4, revistas y tijeritas, las puso en una caja y se cruzó a la ferretería que está frente al jardín para preguntarle a Katy, su dueña, si podía dejar allí esos materiales. “La ferretería jugó un papel importante, porque era de los únicos comercios que podían permanecer abiertos y así había más posibilidades para que las familias pudieran acercarse a buscar los materiales, porque las librerías también estaban cerradas y en muchos hogares tampoco disponían de dinero para comprarlos”, explica Andrea.

Desde la vereda del jardín, mirando hacia la esquina de enfrente, puede leerse -entre lógico y premonitorio- el enorme cartel: Ferretería “Nely”, materiales para la construcción.

Hacerse cotidiano en lo extraordinario
Con la extensión de las medidas de aislamiento, aparecieron nuevos desafíos. “En principio, creímos que iban a ser unas pocas semanas, por eso lo fundamental fue estar en contacto con las familias y hacerles llegar las actividades y materiales como fuera; una forma de acercarles tranquilidad en medio de la incertidumbre y la angustia”, comenta la directora del jardín. “Pero cuando comprendimos que la cosa venía para largo, tuvimos que reconfigurar nuestras acciones; ahora no solo era pasar la tarea, teníamos que repensar una forma de dar clases”.

En sus 28 años de docente, Mariela Aparicio ha pasado por varias salas y cargos, incluso directora, en diferentes instituciones públicas y privadas, pero nunca había estado al frente de una sala de 3 años. Además, según cuenta, es de las personas a las que la tecnología no les resulta muy amigable. Durante las primeras semanas se incorporó al grupo de whatsapp, donde compartía las tareas y respondía dudas y consultas, pero enseguida le pareció que esa metodología era insuficiente. “Era todo muy frío, recordemos que son chicos que recién ingresan a la escolaridad, había que generar y mantener un vínculo más cercano y sobre todo visual”, reflexiona Mariela. Otro inconveniente era que los teléfonos colapsaban por falta de memoria para guardar y compartir los trabajos. La gran mayoría de las mamás eran jóvenes y estaban más familiarizadas con el uso de las redes sociales que con el correo electrónico, así es que acordamos utilizar Facebook como forma de encuentro e intercambio. Armaron un grupo cerrado de Facebook, que se llama “Sigo aprendiendo desde casa” y tiene como portada la foto de su salita. Allí comparten las consignas de las actividades, primero explicadas y luego ejecutadas por la seño en un video para que tengan de referencia, y las familias envían fotos y videos de los trabajos realizados. Luego, esos materiales y producciones funcionan como memoria y archivo de lo trabajado; pero además, construye cierto sentido de identidad y pertenencia que incentiva a la participación de las familias.

“Para mí fue toda una novedad –recuerda Aparicio-, porque no soy muy amante de la tecnología y no tenía ni costumbre, ni idea de cómo grabar un video, cómo hacer “un vivo” en Facebook. Por suerte, tengo hijos adolescentes que me fueron ayudando, me conectaban el micrófono, ubicaban la computadora para que se viera mejor, me pasaban las instrucciones de qué botones apretar y todo eso. Y animarse, porque lo importante era que los chicos pudieran tener una vivencia más cotidiana, más amena y más cercana a la experiencia escolar, en medio de esta situación extraordinaria. Ver a su maestra, escuchar su voz”.

Y así, Mariela Aparicio, en su primera experiencia en sala de 3, después de 28 años de profesión, no solo fue presentando y mostrando las consignas de trabajo en vivo, frente a sus pequeñas y pequeños estudiantes, sino que también se disfrazó de perro el Día del animal, para proponer las actividades de la semana; fue payasa, entrenadora deportiva en la clase de gimnasia y paisana para la Semana de mayo. Dice Mariela: “Yo soy de Río Segundo y vivo a las afueras del pueblo, en mi patio tengo un sulqui y hacia el fondo se ve todo campo; entonces ¡qué mejor oportunidad para grabar un video con ese escenario natural! Me vestí de paisana y les canté la ‘Chacarera de la bienvenida’. Yo me animo a hacer lo que sea frente a mis alumnos en el aula, porque estamos en una situación de aprendizaje; pero cuando grabás un video estás mucho más expuesta, porque una cámara es algo más frío y eso de por sí da miedo, y también porque sabés que te va a ver toda la familia. ¡Fue todo un desafío para mí!”.

Participación y compromiso
Cualquier propuesta de trabajo y de actividades dependía en gran medida de la disposición, tiempo y espacio que pudieran dedicarle las y los adultos en la casa. Desde encender y preparar la computadora o celular, hasta el acompañamiento en el desarrollo de cada actividad, proporcionándoles no solo los elementos necesarios, sino también el espacio de trabajo. “Fue un planteo bastante difícil -explica Mabel-, porque por un lado, necesitamos que la familia acompañe e incentive el trabajo de sus hijos; y por otro lado, que también lo dejen trabajar solo. Leíamos un cuento y les proponíamos que imaginaran y dibujaran el personaje principal, entonces algunas mamás me planteaban casi con angustia que sus hijos apenas habían dibujado unas rayas; o en otros casos donde se notaba mucha intervención o ayuda del adulto. Tuvimos que trabajar mucho con las familias para que pudieran acompañar a sus hijos, y a la vez dejar que trabajen solos cuando era necesario. Eso fue todo un aprendizaje para nosotras y para las familias”.

Durante el primer mes de virtualidad, no hubo demasiada participación de parte de las familias, recuerda Mabel, y eso -como equipo de trabajo- las tenía un poco angustiadas y preocupadas. Proponían varias actividades, siempre cuidando que no significaran una complicación para las familias y que pudieran resolverse con elementos de la vida cotidiana, pero no lograban respuesta; hasta que se les ocurrió armar actividades que involucraran a toda la familia. Como ya venían trabajando con cuentos tradicionales (más conocidos y fáciles de obtener), propusieron como consigna armar e interpretar en familia versiones libres del cuento que eligieran. Entonces sí, aparecieron versiones de Los tres chanchitos, donde la casa era una hamaca vieja cubierta con una sábana; una Cenicienta que estaba todo el día con el celular y no hacía nada; mamás “bellas durmientes”, hermanos lobos, papás cazadores, abuelitas haciendo de “abuelitas” y hasta perros/corceles o gatos/dragones. “Ahora –sonríe Mabel- aunque no lo pidamos en la actividad, nos mandan videos y fotos de cómo trabajan todos juntos, y participan, se divierten y se ríen.”

Para Mariela Aparicio, uno de los aprendizajes de esta situación extraordinaria tiene que ver con el compromiso e involucramiento de las familias. “Muchas veces llevamos y buscamos a nuestro hijo en el jardín, pero no estamos muy al tanto de lo que ahí se aprende, de lo que están viendo. En cambio ahora, no solo conocen lo que van aprendiendo y trabajando sus hijos, sino que se han visto involucrados de lleno en cada una de las actividades, e incluso les permite tirar ideas, hacen preguntas, crean y se animan a más cosas; tanto conmigo -que soy la maestra- como entre ellos mismos, que se van contando y preguntando, compartiendo la información y las actividades”.

Mucho más que planificar y proponer actividades
Después de la planificación de emergencia que realizaron para sostener el vínculo y desarrollar actividades durante la primera etapa del Aislamiento Social Preventivo Obligatorio, para las siguientes etapas el equipo docente tomó como referencia los materiales publicados en el portal “Seguimos educando”, del Ministerio de Educación de la Nación; y la propuesta de actividades de “Tu escuela en casa”, del Instituto Superior de Estudios Pedagógicos del Gobierno de la provincia de Córdoba.

“En lo pedagógico, nosotras apuntamos mucho a que los chicos tengan una formación integral; que una misma actividad trabaje varios aspectos, como puede ser la Matemática, la Lengua como expresividad, que el tema pueda contribuir a la formación de hábitos, por ejemplo de higiene personal”, explica Ahumada. “Buscamos que mantengan un ritmo de trabajo, pero que a la vez cada actividad sea un aporte a su formación”. Esta perspectiva de trabajo que en el aula se conjuga con oficio docente, se vuelve compleja en el actual marco de virtualidad, donde todas las actividades son necesariamente mediadas por las y los adultos en cada hogar. Entonces, el trabajo de las docentes no solo consistió en planificar y dar a conocer las actividades, sino también y sobre todo, en develar y compartir con mamás, papás y alguna abuela o abuelo, parte de los hilos pedagógicos que hacen invisible la magia de los procesos de enseñanza y aprendizaje. Desde las actividades más obvias, como dejar que dibujen solos aunque sean cuatro rayas y entender que ahí hay un bosque, una niña y un lobo; hasta las acciones más sutiles y cotidianas, como la de confiar en que cada niña y niño disponga de los elementos para realizar la merienda y luego, al finalizar, recoja sus cosas, limpie la mesa y guarde todo en su lugar correspondiente. “A eso lo trabajamos mucho, porque a veces las mamás, ya sea por falta de tiempo, por cierta desconfianza o simplemente por costumbre, hacemos todo nosotras sin dejar que los chicos tengan oportunidad de desarrollar esos hábitos”, recuerda Mabel sobre una de las consignas propuestas. “No nos metemos en la organización de cada familia, pero cuando se trata de una actividad del jardín, tiene que involucrar ese aprendizaje”.

La importancia de la voz y la palabra
El vínculo con las familias y el contacto permanente es una de las cuestiones que más tuvieron en cuenta las docentes. “Cuando una familia no entrega un trabajo o se atrasa en alguna actividad, enseguida me contacto para preguntar cómo están, si les pasó algo”, comenta Mariela. “No se trata de controlar, sino de estar atenta para brindar contención cuando hace falta, o para incentivarlos a participar. La situación por la que estamos pasando no es fácil ni sencilla, por eso es tan importante poder acompañar a cada familia. También trato de estar siempre conectada y pendiente de whatsapp, porque muchas familias no tienen Internet y a veces van hasta lo de un pariente o vecino para conectarse y hacer una pregunta o consultar una duda”.

En todas las salas las docentes implementaron videollamadas en pequeños grupos, para ver y charlar con cada niña y niño, dedicando tiempo a escuchar sus voces y lo que tiene para contar. “Las videollamadas -sostiene Ahumada-, son todo un éxito. Primero, porque cada chico puede estar en contacto directo con su seño, verla y oírla para ir construyendo el vínculo, pero también porque ahí los chicos le cuentan todo lo que están haciendo. Es un espacio donde pueden expresarse y además compartir con sus compañeros, porque van rotando los grupos para que también puedan verse unos a otros”.

Para Mariela Aparicio, no solo hay que estar atenta a cada familia en particular, sino también al grupo en general. Y como la virtualidad no permite esa retroalimentación que en el aula se puede leer en las miradas y gestos de sus estudiantes, tuvo que aprender a interpretar el ánimo y ritmo del grupo con otras señales. “Teníamos Educación física los viernes -relata Aparicio-, y las propuestas que planteaba tenían poca respuesta en todo el grupo, a pesar de que las familias participaban en las otras actividades. Me di cuenta que los juegos y circuitos que proponía necesitaban de mucha preparación; y que siendo viernes debían estar cansados, o ya pensando en el fin de semana. Entonces, comencé a enviar las clases de Educación física los martes y ahora se enganchan todos. Armamos circuitos con obstáculos y diversas dificultades que en cada casa van tomando formas de lo más curiosas y creativas, con lo que tienen a mano; y por lo que se ve en los videos, terminan jugando todos los integrantes de la familia”.

En el equipo docente del jardín “Juan Martín Pueyrredón” hay un puñado de sensaciones compartidas: la convicción de haber aprendido mucho en estos meses de aislamiento y de haberse fortalecido como grupo; el orgullo de haber enfrentado con bastante solvencia los desafíos y miedos frente a ese universo desconocido de las tecnologías. Subrayan el valor que adquiere en los procesos de enseñanza y aprendizaje el vínculo con las familias; y por último, sentimiento unánime, las ganas de encontrarse nuevamente con las caritas, risas y miradas de las chicas y chicos en un aula llena de ruido y bullicio.

educar en Córdoba | no 37 | Junio 2020 | Año XV | ISSN 2346-9439
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Luciano