Uno de los principales desafíos de los Institutos de Formación Docente (IFD) es que nuestros egresados puedan enfocarse en el lugar en que les toca trabajar. Esto significa ser conscientes de qué tipo de estudiantes van a tener, cuál es el nivel que ellos tienen, con qué características y atributos cuentan. Implica, además, respetar las individualidades, garantizar la educación, entender la necesidad de cada uno (desde el niño hasta su familia) y comprenderse a sí mismo, como persona que está formando a un ciudadano. Es decir, comprender la complejidad de la práctica, como una práctica social situada.
Nuestros egresados no son extraños en sus lugares sino parte de ellos, porque provienen de esos parajes o poblados y por ende, están en mejores condiciones de acompañar la formación, lo cual implica transmitir saberes emancipadores, después aprender y compartir valores, y con todo ello preparar para una vida ciudadana y el ejercicio de la democracia.
Entonces, a la hora de ejercer como docentes, nuestros egresados deben poner su atención en los espacios y contextos en que les tocará vivir y trabajar, ya sea una escuela rural, una barrial, un plurigrado, contextos de encierro u hospitalarios, etc. Se trata, en suma, de advertir con qué elementos y limitaciones se cuenta para, en base a ello, trabajar para brindar más igualdad.
* Director de la Escuela Normal Superior de Formación Docente, Villa del Totoral.
educar en Córdoba | no 36 | Junio 2019 | Año XIV | ISSN 2346-9439