Editorial

El cambio del sentido común

Juan B. Monserrat

Desde las máximas autoridades que conducen los destinos de nuestro país se afirman conceptos que anticipan decisiones de política pública con relación a la educación, a las y los docentes y al proyecto que dichas autoridades piensan para el futuro del país y de los argentinos.

Afirmar (Macri) que vas a la escuela privada o te caés en la escuela pública, no es un lapsus freudiano. Es una concepción clara de lo que tiene valor, una clara distinción de lo que es válido, y valioso, en materia de educación: lo privado tiene más valor, es mejor que lo público. Ahí se encuentra contenido el concepto de calidad educativa, que si es privada es de mejor calidad; o de forma más explícita, la educación pública nunca será de calidad.

Afirmar (Bullrich) que debemos educar a dos tipos de sujetos: los que generan los puestos de trabajo y aquellos que deben vivir en la incertidumbre y disfrutarla, es otra afirmación temeraria que divide desde el poder, desde quienes diseñan las políticas públicas, distinguiendo dos tipos de ciudadanos argentinos: aquellos destinados a generar empleo y los condenados a resignarse a vivir eternamente en la incertidumbre.

Afirmar (Finocchiaro) que hasta ahora la política educativa ha sido la de los gremios, es en primer lugar falso, y en segundo lugar una afirmación que quiere silenciar, en la discusión de las políticas públicas, a los trabajadores de la educación organizados, como si las y los docentes debiéramos llevar adelante, sin ningún tipo de debate, las decisiones de quienes pregonan la flexibilización laboral, la pérdida de derechos, la elevación de la edad jubilatoria, la destrucción del sistema de seguridad social y la desigualdad, como algo natural a la condición humana.

No hemos tenido respuesta al cumplimiento de la ley de paritarias, una obligación del Ministerio de Educación de la Nación y del Consejo de Ministros de Educación de las Provincias, plenamente vigente para quienes deben cumplir con las leyes.

Hemos llevado adelante, organizadamente, con el conjunto de las y los docentes y de los sectores que no acuerdan con este nuevo contrato social diseñado para el tiempo histórico por el que transita nuestro país y la región, una innumerable cantidad de expresiones en contra de este modo de ver la realidad.

Uno de los momentos más potentes que hemos vivido y compartido en los últimos meses ha sido la Escuela Itinerante, instalada en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y con recorridos por Formosa, Chaco, Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe, La Pampa y por nuestra provincia de Córdoba, que refleja un gran esfuerzo y compromiso, que como organización llevamos adelante, para dar batalla a los avances contra el derecho a la educación y al acceso del conocimiento garantizado por el Estado.

Modificamos nuestras prácticas gremiales: a los paros y movilizaciones contra estas políticas le dimos un formato más adecuado a los tiempos en que vivimos. Si en los años del menemismo y frente a las políticas de ajuste impusimos el ayuno en la Carpa de la Dignidad frente al Congreso Nacional, que por 1003 días dio un testimonio claro y una referencia ineludible de cómo enfrentar las políticas de ajuste, en este tiempo histórico es la Escuela Itinerante que enseña, resiste y sueña, la mejor expresión de la organización nacional de las y los docentes en respuesta a las políticas de desarticulación del entramado societario de la Argentina.

Elegimos para albergar a la Escuela Itinerante la explaza Vélez Sarsfield, no solo como espacio físico sino también como un lugar profundo; ahí, enclavada y erguida frente al Patio Olmos, poniendo en evidencia dos modos muy diferentes de pensar una sociedad. Nosotros, sosteniendo la escuela pública que abre sus puertas para darle la bienvenida a niños, niñas, jóvenes, docentes y familias, haciéndola propia y dándole vida en cada jornada con propuestas culturales y artísticas, con espacios de debate y reflexión, con el frío de junio que nos abrazaba muy temprano cada mañana, pero también con el calor de miles de cordobeses que se acercaban a brindarnos su apoyo. Y en frente, en la vereda opuesta, la ex-Escuela Olmos, hoy convertida en un shopping, donde la calefacción, las vidrieras de diseño, los pisos brillantes, las escaleras mecánicas invitaban a transitar un mundo confortable, un mundo donde no están los excluidos, los desocupados que el sistema y el mercado dejan afuera. Esa postal es la síntesis más contundente de lo que está hoy en disputa.

La Escuela Itinerante es una clara respuesta a los reclamos sociales que acuerdan y sostienen la defensa de la educación pública, pero que también demandan la necesidad de que nuestros niños, niñas, jóvenes y adultos tengan clases y aprendan. Nadie está más de acuerdo con esa necesidad que nosotros, las y los trabajadores docentes, que día a día ponemos el cuerpo y el alma para hacer realidad ese compromiso. Como organización, hemos aprendido a escuchar esas demandas, haciendo que nuestra tarea y nuestras luchas se conjuguen con la defensa de los derechos laborales y con la concepción de que la educación pública es una condición necesaria para la construcción de una sociedad más justa e igualitaria.

Una educación pública que no sería posible si las y los docentes no pusieran el cuerpo y mucho menos, sin una sociedad que la sostenga y la defienda.

Argentina tiene una tradición de compromiso profundo en la defensa de la escuela pública difícil de revertir. Por ello, aún con los embates que viene sufriendo, existe una alta valoración del trabajo que las y los docentes llevamos adelante diariamente y en condiciones no siempre favorables. Es en este escenario donde uno de los desafíos de las organizaciones gremiales docentes implica poder ver, escuchar y hacernos escuchar, entablando un diálogo sostenido y abierto con la sociedad, para compartir las pequeñas grandes cosas que ocurren en nuestras aulas y escuelas. Hoy, más que nunca, es importante que la sociedad conozca los esfuerzos y la inventiva que muchos de las y los docentes ponemos en marcha en nuestras aulas, generando proyectos y experiencias pedagógicas innovadoras, proponiendo nuevos escenarios educativos que sostengan potentes aprendizajes, imaginando y construyendo nuevos modos de concebir el espacio escolar; dando un lugar de participación a las familias y a la comunidad; reinventando nuestras agendas para sostener espacios de encuentro junto a nuestros compañeros y nuestras compañeras, para que en forma colectiva y colaborativa diseñemos proyectos multidisciplinarios. En síntesis, no aflojando nunca con nuestro trabajo de enseñar, buscando nuevas propuestas pedagógicas para que en cada clase, en cada aula, en cada escuela se siga despertando el interés, el deseo, la pasión de aprender de los y las estudiantes. A pesar de que quieren imponer una crisis de la educación, la escuela pública sigue enseñando.

En el actual contexto debemos llenar nuestras luchas de nuevos contenidos. No se trata solo de resistir, también hay que dar pelea con argumentos y propuestas que contengan las demandas legítimas de una sociedad que aspira a vivir mejor, donde el Estado le dé respuestas a sus necesidades.

La Escuela Itinerante, el trabajo sostenido que venimos realizando desde UEPC con la revista educar en Córdoba, una potente herramienta de reflexión y debate público sobre la educación, son parte de ese debate.

Como organización gremial, acompañamos procesos colectivos en los territorios, donde participan docentes, directivos y supervisores que se asumen como agentes del Estado y responsables de políticas públicas comprometidas con el derecho social a la educación. Por ello, hemos generado dispositivos de trabajo que fortalecen la planificación y gestión de los equipos directivos y los equipos docentes, produciendo conocimiento genuino a través de la investigación y la reflexión y desde una perspectiva que, como trabajadores de la educación, nos posibilite conocer y actuar sobre la realidad. Un claro ejemplo de ello es el estudio sobre “Los jóvenes hablan de la escuela”, que se presenta en esta edición de la revista educar en Córdoba, donde apostamos a conjugar la reflexión intelectual y el intercambio de experiencias, sin renunciar a la enseñanza.

Venimos militando, reflexionando e investigando, porque sabemos cómo organizar el trabajo de enseñar. Partimos de la base de que quien enseña es un colectivo que se llama escuela, y que es mucho más que un conjunto de sujetos individuales que tienen a su cargo un campo disciplinar, un grado, un programa. Esta concepción nos obliga a pensar el trabajo docente en colectivo y, por lo tanto, implica un doble desafío: que cada uno, desde sus particularidades, le dé vida a ese colectivo con competencias suficientes y además, que tenga aptitudes para saldar las diferencias de biografías, pedagógicas y —fundamentalmente— de miradas sobre las nuevas infancias y juventudes.

Eso es esencialmente lo que entra en contradicción con las políticas del gobierno nacional, que en su afán por privatizar nuestra existencia, obliga a cada sujeto a resolver su vida como pueda, sin la contención y potencialidad que implica nuclearse en las organizaciones y sindicatos, a través de los cuales se pueda construir una idea común sobre la vida societaria.

Porque somos obstinadamente docentes es que seguimos dando nuestras batallas, sosteniendo nuestras convicciones, asumiéndonos como parte de la historia de los movimientos populares que luchan por más dignidad, igualdad y justicia social.

Escuela Malabarista

educar en Córdoba | no 34 | Septiembre 2017 | Año XII | ISSN 2346-9439
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