“Definitivamente los maestros no deberían trabajar en más de un cargo y tendrían que tener horas pagas para estudiar y planificar. Tampoco debería haber nunca más de 25 chicos en un aula de educación básica, ni escuelas que funcionaran en edificios indignos o peligrosos”, asegura Estela Maldonado quien conduce el área de Educación de la CTERA. “El maestro pluriempleado y las aulas abarrotadas son los principales enemigos de la educación de calidad”, afirma.
Hace un mes el Gobierno Nacional anunció el aumento salarial para los maestros, en el marco de la recientemente aprobada Ley de Financiamiento Educativo. Para Maldonado esa norma es valiosa pero no alcanza. “La ley es un soporte imprescindible. Cuando se despliegue toda la inversión será un recurso importante para la educación, pero la cuestión es para qué se usa ese dinero, porque si se emplea para rediseñar la reforma educativa de los noventa, vamos a poner dinero para reproducir un modelo que ya fracasó. Hay que cambiar la Ley Federal de Educación”, sostiene.
Recuerda que para la CTERA, la discusión de la nueva Ley de Educación “empezó hace mucho”. “Queremos que haya un gran debate nacional con tiempos y espacios para la participación de los maestros, las familias, los estudiantes y las organizaciones sociales. Vamos a llevar adelante una campaña para instalar el debate legislativo sobre la Ley Federal”, indica.
Y mientras esos cambios más importantes se dan, según Maldonado, en el día a día, en muchas escuelas argentinas se trabaja para mejorar la calidad de la enseñanza, aunque eso “no siempre se sabe”.
“Nosotros recuperamos muchas experiencias de escuelas donde, a pesar de todo, se produce conocimiento. Y eso es lo que tiene que suceder en una escuela. Porque mientras peleamos para que mejoren las condiciones generales, hay algunas claves para trabajar lo mejor posible, climas de trabajo, tiempos y espacios de construcción colectiva del hecho educativo, el diseño de estrategias alternativas. Es en la práctica docente, en el aula, –sostiene– donde se produce el conocimiento”.
Por supuesto, advierte que “como esos intentos parten de la buena voluntad de un grupo de maestros y tienen poco respaldo de las autoridades educativas, muchas veces crecen pero luego se pinchan porque no se trata de políticas de Estado”.
Maldonado explica que el desprestigio de la escuela argentina no se basa tanto en lo que pasa efectivamente adentro de las aulas en estos tiempos, como en lo que sobrevive en el imaginario social: “En nuestro país, la escuela pública, gratuita y universal es constitutiva de la idea de Nación y acompañó todo un proceso de movilidad ascendente donde a ninguna familia había que explicarle que cuantos más años un niño estaba en la escuela, mejor le iba a ir en la vida. Hoy eso está en cuestión, porque hubo políticas que desdibujaron el valor de la formación”.
“Hay que forjar de nuevo un modelo de país donde tenga sentido prepararse, tener capacidades científicas y no pensar que un científico va a estar atendiendo un cibercafé. Eso constituye un imaginario social que le da potencia a estar en la escuela y eso es lo que hay que reconstituir”, dice.
Maldonado consideró que hace falta definir “políticas de reindustrialización del país, de vinculación del complejo de ciencia y técnica y las universidades, con el resto del sistema educativo. Si esto no pasa, podemos tener una Ley de Educación Técnica como la que tenemos, pero no saber para qué modelo productivo está formando a los técnicos”.
“Al mismo tiempo, –indica– hay que generar propuestas de macropolítica educativa pensando en el futuro. Por ejemplo, la universalización del nivel inicial, no sólo del preescolar, del nivel inicial íntegro. Están ingresando a la sala de 5, nenes que nacieron en el peor momento de la crisis económica y que vienen con enormes carencias, dificultades de lenguaje, desnutridos y en algunos casos hasta con retraso en el control de esfínteres”.
Afirma que hay que propiciar también modificaciones curriculares importantes en la formación docente. “Hoy, estudia menos años un maestro de educación inicial que uno de Lengua y, sin embargo, la complejidad de ser profesor de inicial, en algún punto, es mayor. Auspiciamos, entonces, un aumento en la carga horaria, en lo curricular, de la formación docente y también que se introduzcan espacios de trabajo para estudiar la complejidad de lo que es ahora la estructura social educativa, desde la sociología, la antropología, de cómo quedó conformada la sociedad después de las políticas neoliberales. Eso no está presente en los Institutos de Formación Docente y debe estar”, concluye.