Las posibilidades del encuentro familia-escuela en contextos de ASPO

Por Flavia Piccolo (*)

Educar en entornos de pandemia nos encontró con el desafío de tener que organizar nuestra tarea en escenarios por demás heterogéneos. Si antes no podíamos hablar de un o una estudiante estándar, tampoco podemos hablar de un genérico familiar. Sin embargo, hay hilos comunes que vinculan a las familias con las escuelas, y uno de ellos tiene que ver con cómo nos comunicamos, cómo nos encontramos, y cómo organizamos nuestra tarea juntos.

En este sentido, las estrategias han sido diversas porque el escenario es desigual, porque la brecha digital existe. En algunos casos, se han entregado cuadernillos impresos con actividades donde no había conectividad, acompañados a módulos alimentarios. Si hay algo que han realizado los colectivos de compañeras y compañeros ha sido funcionar como trincheras contra el hambre. En otros casos, hemos podido organizar una enseñanza mediatizada por nuevas tecnologías.

Sea el caso que fuere, lo importante es poder dirigir mensajes diferenciados tanto a familias como a estudiantes. A las familias -si bien no van a suplir nuestra tarea porque no es su especificidad-, que podamos darles pautas claras para acompañar y guiar esto de aprender en casa, y a nuestros estudiantes, mensajes dirigidos a fortalecer el vínculo, un vínculo que quedó en proceso de construcción con esas dos semanas que tuvimos de clases presenciales. En ambos casos no dar nada por supuesto, pecar de explícitas, de explícitos, porque la única palabra que va a circular y que va a andamiar la tarea es esa que quede claramente plasmada, registrada en el formato en que viaje la palabra: escrita, impresa, digital, en un mensaje de voz, como fuere. Explicitar cuáles operaciones de pensamiento estamos propiciando, modelizando todo lo que podamos.

Otra invitación a encontrarnos tiene que ver con lo que más extrañamos de la escuela, que no es la gramática de la organización escolar, sino que es el estar con otras y con otros. Una idea muy bonita y muy potente es la implementación de patios virtuales, donde la única excusa sea la de estar juntas y juntos, la de suspender el tiempo; tenemos todo el rato tiempo suspendido, pero que esa suspensión sea para encontrarnos con otras y otros, para reírnos, para compartir sentires, pesares, juegos, risas y el solo placer de estar juntos. Puede organizarse a través de grupos de whatsapp, de videollamadas, de espacios definidos en radios comunitarias, o de los medios de los que dispongamos. En aquellos lugares donde sea imposible el encontrarse entre compañeras y compañeros a través de medios tecnológicos, que -adjunto al material impreso- se incluya secciones de recreos con actividades para compartir en familia o para recrearse.

Y por último, que el disfrute sea no solo una cuestión de este patio virtual, sino que también sea la nota distintiva de esta época. Que podamos convidar través de las propuestas de enseñanza la posibilidad de pensar, de pensarnos y de salidas posibles a estos contextos desde el campo disciplinar que a cada docente le corresponda, operando como verdaderos organizadores de la cultura. Si hay algo que estamos aprendiendo es que nadie se salva sola ni solo, que las salidas son colectivas y que más que nunca la escuela está enseñando, resistiendo y soñando.

(*)Pedagoga y docente. Capacitadora del ICIEC, UEPC.

Este texto fue extraído del video “El lugar de las familias”, realizado en el marco del Ciclo “#EducarEnRed. El trabajo de enseñar en cuarentena”. Puede consultarse en el siguiente enlace: https://youtu.be/y-ThTIN97t8

educar en Córdoba | no 37 | Junio 2020 | Año XV | ISSN 2346-9439
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Luciano