Explorar y aprender hacen buenas migas
Docentes, estudiantes de primer grado de la Escuela “Gral. José de San Martín” –de Villa General Belgrano–, acompañados por su cuerpo directivo, llevaron adelante un proyecto de alfabetización que combinó, a la vez, una fuerte inscripción en la cultura local y una perspectiva que reconoce a la lectura y la escritura como prácticas sociales. En ese marco, emprendieron la confección y escritura de manteles, que luego fueron distribuidos en los comercios gastronómicos de la localidad. La iniciativa articuló, además, experiencias de alfabetización ancladas en materiales de la vida cotidiana, con recorridos investigativos en ciencias sociales, naturales y otras áreas del saber.
En la Escuela “Gral. José de San Martín” de Villa General Belgrano, los y las estudiantes de las tres secciones de 1º grado, junto a sus docentes, se dedicaron a “escribir manteles”. En realidad, de eso se trató el proyecto de alfabetización titulado “La mesa está servida”, realizado a finales de 2016, a través del cual estos niños y niñas llevaron adelante prácticas de lectura y escritura, de investigación y conocimiento acerca de la historia del mantel en Occidente y de la decoración de mesas. El producto final fue una escritura que quedó impresa en individuales de papel, los que a partir de un convenio con distintas casas de té, restaurantes y bares de la localidad se usan para servir las comidas que allí se preparan.
En esta escuela se implementa desde hace varios años, como en el resto de las escuelas primarias de la provincia de Córdoba, la Unidad Pedagógica (UP); se trata de una política educativa que supone un cambio en las reglas de promoción del primer al segundo grado. Pero, fundamentalmente, implica una profunda transformación en las prácticas docentes. En ese marco, el equipo directivo y las maestras de la escuela estaban preocupados por su labor, por sus propuestas –de enseñanza, de evaluación y de planificación, entre otras– y por los aprendizajes de los estudiantes. “Queríamos saber si estábamos por buen camino: mejorar lo que hacíamos bien y modificar lo que no estaba funcionando”, apunta Mirta Fernández, directora del colegio. A partir de esa inquietud y por sugerencia de Elizabeth Vidal, secretaria general de la delegación Calamuchita del gremio docente, se acercaron al programa de Consulta Pedagógica, del Instituto de Capacitación e Investigación de UEPC, para comenzar un proceso de trabajo que permitiera abordar dichas inquietudes de manera colectiva. “Es muy enriquecedor que alguien venga a ver lo que estás haciendo en tu propio lugar de trabajo y te haga comentarios allí mismo. No es lo mismo que una conferencia, un libro, o que simplemente te señalen los errores sin mostrarte ninguna salida”, señala Patricia Jensen, una de las docentes que participó de la consulta.
Desde la perspectiva de Raquel Turletti –quien tuvo a su cargo el acompañamiento del proceso por parte del Programa de Consulta Pedagógica–, el trabajo se centró en la alfabetización desde el enfoque inscripto en la propuesta de la UP. Según explica, “las prácticas sociales del lenguaje están en todas partes: en las ciencias sociales, en las naturales, en la propia vida, y a los niños hay que hacerlos partícipes de esa comunidad letrada. Mientras más partícipes, reflexivos y críticos sean, tendrán más asegurada una trayectoria, no solo escolar sino también social, que la que tendrían alfabetizándose a través de métodos repetitivos, poco críticos, rutinarios, conductuales, memorísticos”. “Se trata de entender la alfabetización como una prioridad social, cultural y no solo escolar, y por ello lo que hay que hacer es garantizar que todos los y las estudiantes desde el inicio mismo de su escolaridad, participen del mundo letrado y puedan permanecer integrados a él. Ese es el cambio de perspectiva que supone la UP, y estas docentes ya estaban en ese proceso”. En ese marco, la labor se concentró especialmente en la planificación. “Eso les permitió acomodar la perspectiva, pudieron darle más sentido a cada una de sus acciones”, subraya Raquel.
El primer paso fue la conformación de un equipo integrado por las tres docentes de primer grado: Patricia Jensen, Giselle Canziani y Laura Pepis; la directora de la escuela, Mirta Fernández; las vicedirectoras Liliana González y Marisella Gallardo; y Raquel Turletti. Esto sirvió no solo como espacio de debates e intercambios pedagógicos –que los hubo, y muy intensos–, sino fundamentalmente como lugar en el que cada miembro se hizo cargo de la iniciativa, a la vez que partícipe y motor de la misma.
Manteles que descubren
El proyecto que se debatió en el equipo combinó dos elementos centrales. Por un lado, una fuerte inscripción en la cultura de Villa General Belgrano: su riqueza gastronómica, su desarrollo comercial en ese rubro, las particularidades de esa cocina, la especificidad de sus festividades. Por otro, una perspectiva de la alfabetización que reconoce a la lectura y la escritura como prácticas sociales –sin reducirlas a un proceso técnico de codificación y decodificación–, cuyo aprendizaje requiere intervenciones didácticas que acerquen los contextos diversos en que los textos circulan, donde los propósitos comunicativos y la consideración de los destinatarios presenten nuevos desafíos a escritores y lectores nóveles, que dejarán de leer y escribir solo lo que históricamente sirvió para la escuela. Con estos elementos, el equipo docente se dio a la tarea de crear un escenario, en el que una nota de identidad de la comunidad se articulara con los desafíos propios de la alfabetización de niños y niñas de una escuela local.
Desde un primer momento se realizaron reagrupamientos de estudiantes– es decir, conjuntos más pequeños de 5 o 6 niños y niñas de distintos cursos de primer grado, con diferentes niveles de alfabetización en su interior–, con el objeto de propiciar otras formas de comunicación, interacción e intercambio entre los propios estudiantes. “Sin dudas fue una buena decisión, porque ellos no estaban con su grupo habitual, sino que se encontraban con otros compañeros y, también, con otra docente. Eso fue desestructurante y positivo para su aprendizaje”, recalca Laura.
El proyecto se organizó en diversos ejes. Uno de ellos implicó abordar la mantelería: su historia, su diversidad, las particularidades dentro de la cultura local. Para eso, las docentes recolectaron decenas de individuales en distintos comercios. Los y las estudiantes indagaron esos productos: la variedad estilística de los escritos, las maneras en que podían leerse, la diversidad de sus contenidos. “Nos sirvieron como portadores de textos para que los chicos trabajen. Salimos de la estructura del libro para ir a otro soporte, con formas de lectura distintas. Fue muy lindo que ellos se dieran cuenta que podían leerlos”, comenta Patricia. A partir de esa indagación, los niños y niñas tabularon lo que encontraban en los manteles, en un cuaderno de campo específico que utilizaron para este proyecto.
Otro eje estuvo centrado en la narración de cuentos vinculados a la cultura local, de fuerte ascendencia germánica. Se eligieron para ello historias de los Hermanos Grimm, dos reconocidos escritores alemanes de literatura infantil del siglo XIX. A partir de una intensa búsqueda, las docentes encontraron una serie de textos que formaban parte de la biblioteca escolar –habían sido donados por una exdirectora– y que no se contaban entre los trabajos más conocidos de estos autores. En este punto tomaron también otra decisión que resultó fructífera para el proyecto: invitaron a los padres de los y las estudiantes –se acercaron sobre todo mujeres– a narrarles los cuentos. “Lo hicimos porque creemos que las familias deben estar integradas al proceso educativo y, además, porque no podíamos leerles a todos los grupos”, comenta Patricia, entre risas.
“Poder participar en el crecimiento de los chicos es fabuloso y, en lo personal, me permitió empezar a observarlos más en casa, a valorar sus aprendizajes, que son graduales, paso a paso”, comenta Erica Kimura, mamá de Sofía. “En mi caso, fue muy motivador poder venir a leerles cuentos a mi hija y sus compañeros. Porque uno tiende a pensar que a los chicos lo único que les interesa son las nuevas tecnologías y no es así: siguen el hilo de lo que se les lee, se acercan a preguntar, quieren otros libros, se motivan. Te das cuenta que naturalmente los niños necesitan que les lean, que los padres les dediquemos tiempo, sentirse protagonistas cercanos de la historia”, opina por su parte Vanesa Kolesar, mamá de Antonella.
Este escenario de lectura de cuentos implicó, dentro del proceso de alfabetización, otras prácticas para los y las estudiantes. Las mamás leyeron a cada grupo y registraron lo que los chicos recordaban y comentaban al respecto. A partir de allí, los niños dictaban una recomendación –destinada a otros grupos– de la narración que les había tocado. “Eso suponía otra escena de escritura, donde tenían que dar argumentos respecto de por qué estaba buena la historia que les había tocado. Además, se los dictaban a la docente y con esa práctica, los chicos ejercitan la organización de ideas en relación al texto de la recomendación”, explica Raquel.
Todo lugar es un aula
Las festividades locales fueron otro de los ejes que permitieron articular el trabajo. Villa General Belgrano cuenta con varias celebraciones importantes (Fiesta de la Cerveza, del Chocolate Alpino, de la Masa Vienesa, el Festival Medieval, entre otras). Para ello, las maestras recolectaron folletos elaborados por la Secretaría de Turismo del municipio y planificaron trabajos a partir de estos: algunos niños podían leerlos, otros se acercaban a la lectura a partir de sus fotos, descubrían incluso lugares y características de su localidad que no conocían y, luego, registraban la información más importante del folleto y la trasladaban a su cuaderno.
El trabajo con las celebraciones derivó en uno de los momentos más coloridos del proyecto: a partir de la Fiesta de la Masa Vienesa –que no era la más conocida por los chicos, pese a la fuerte cultura gastronómica local de ascendencia centroeuropea–, se invitó a pasteleros del lugar, quienes en la cocina del colegio trabajaron con ellos y les enseñaron algunas de sus recetas. “Los chicos hicieron la masa, cortaron y demás. Luego, a partir de lo relatado por los cocineros, escribieron los ingredientes en sus cuadernos y el paso a paso de la receta”, explica Laura. De esa forma, a través de prácticas que son habituales en el mundo adulto –recordar una receta, anotarla, pasársela a otra persona; o recomendar un texto; o contar una historia de nuestro pueblo o barrio–, los y las estudiantes fueron advirtiendo también la función social de la lectura y la escritura, pues se sumergen a la cultura letrada, permitiéndoles descubrir las funciones, características y modos de leer y escribir. Procesos de enseñanza y aprendizaje donde los saberes se vinculan fuertemente a situaciones de la vida cotidiana y eso dista mucho de reducir la alfabetización a un hecho meramente técnico.
El último eje de trabajo fue la historia local, para lo cual las docentes convocaron a otra maestra de la institución, que nació y creció en Villa General Belgrano, para que les contara historias del pueblo y cómo era la localidad hace medio siglo. Para ello utilizaron el Salón de Usos Múltiples (SUM) como un gran auditorio, en el cual los chicos escucharon y preguntaron sus inquietudes. “Se asombraban mucho al saber que la terminal o el dispensario habían estado en otro lado, al saber cómo eran antes el centro o las calles del pueblo. Luego, tuvieron que recordar las historias y los detalles que les habían contado, nos dictaron, y las escribimos en el pizarrón”, explica Laura. “A ellos los movilizaba mucho salir del contexto del aula: ir al SUM, a la cocina, a la biblioteca, eso fue muy motivante para los chicos. Y creo que nosotras también aprendimos que se puede trabajar fuera del aula, que hay que apostar más por eso”, comenta Giselle.
“Cada eje supuso un aspecto de la lectura y de la escritura en relación a la construcción de un aprendizaje. El gran trabajo de las docentes fue planificar esos momentos y estar muy atentas para advertir que cuando los chicos hacían tal cosa estaban poniendo en juego ciertas capacidades fundamentales y saberes en torno al sistema de escritura y el lenguaje escrito”, detalla Raquel.
Mostrar el trabajo escolar
El proyecto se planteó cerrar toda esta labor de alfabetización con la elaboración de un modelo de mantel individual, con textos de los niños y niñas, surgidos a partir de cada uno de los ejes trabajados: historias locales –bajo el formato de “¿Sabías qué…”, recetas del lugar, recomendación de cuentos, etc. Para ello contaron con la participación de una diseñadora gráfica y de un imprentero; y la impresión fue cofinanciada por UEPC y el municipio. Los manteles fueron distribuidos entre los hoteles, bares, salones de té y restaurantes del lugar, una iniciativa receptada gratamente por los comerciantes de Villa General Belgrano.
A mediados de diciembre, los resultados de la iniciativa se presentaron al resto de la sociedad, a través de un acto realizado en la explanada del Salón de Eventos y Convenciones, con la presencia de autoridades de UEPC, de la escuela y municipales; también docentes, comerciantes, y las familias de los y las estudiantes.
“Muchos familiares asistieron a la presentación: padres, hermanos, abuelos. Nosotras quisimos que estuvieran porque habían sido parte de todo el proceso de trabajo. Y cuando vieron los manteles, los chicos les mostraban lo que habían escrito y aprendido”, explica Patricia. Los individuales permitieron que los niños y niñas y las familias pudieran ver su escritura y su trabajo en un producto que la sociedad valora y celebra. Y justamente allí radicó también un objetivo central del proyecto, a través del cual se buscó que los textos de los y las estudiantes fueran más allá de los muros de la escuela. “Desde esta perspectiva, si queremos que los chicos no escriban solamente para una maestra sino para la vida, tienen que advertir que su escritura puede ser leída por otras personas y que para eso deben poner en práctica otro quehacer de escritores, que es la revisión, donde se reconstruye un texto teniendo en cuenta todos los aspectos, ortografía, caligrafía, coherencia, recursos, para que sea comunicable”, añade Raquel.
Los desafíos por venir
Como toda experiencia pedagógica significativa, su riqueza se proyecta hacia el futuro. Los directivos y maestras que participaron del proyecto valoran “la seguridad y la confianza” con que se sienten actualmente en su labor, y la consolidación de un equipo entre las docentes intervinientes, que les permite continuar trabajando de manera integrada y planificada. Las maestras cuentan hacia adelante con una herramienta para la elaboración de proyectos y un esquema de organización de su trabajo dentro de la UP, que complementa sus saberes al respecto.
Desde el punto de vista institucional, el proyecto también sentó precedentes importantes, pues se trata de una experiencia que abre posibilidades a nuevas prácticas y sentidos acerca de otras formas de enseñar. “Sin dudas, es todavía necesario extender esta modalidad y esta propuesta hacia el resto del colegio, pero ya en primero y segundo grado sentimos que se va formando un caminito”, evalúa la vicedirectora Liliana González.
A través de un dispositivo de trabajo propuesto desde el programa del ICIEC y reelaborado junto a los directivos y docentes del colegio, se lograron prácticas pedagógicas diferentes, con resultados positivos. Se pudo transformar la incertidumbre en certezas, las intuiciones en líneas de trabajo, las dudas en nuevas propuestas, y todo eso quedó plasmado en los textos de los niños y niñas. Esas escrituras que aún pueden leerse en Villa General Belgrano para conocer su historia y su cultura, pero también para afirmar que la escuela pública es un espacio que propicia un acceso rico y significativo a la comunidad letrada, un lugar que prepara a sus estudiantes para una vida y un mundo mejores.
educar en Córdoba | no 34 | Septiembre 2017 | Año XII | ISSN 2346-9439