Muchas cosas cambiaron en los últimos 40 años en el barrio estudiantil de Nueva Córdoba, una de las zonas de la capital provincial con mayor dinamismo comercial e inmobiliario. Sin embargo, justo enfrente de lo que hoy es un importante paseo y espacio cultural y ayer fue una cárcel de mujeres, se encuentra una institución que fue testigo de todas esas transformaciones. Un colegio que afrontó también sus propios cambios, pero que ha logrado mantener su esencia durante todos estos años. Rodeado de edificios, bares y locales comerciales, sobre la calle Hipólito Yrigoyen, se encuentra el IPET N° 66 “José Antonio Balseiro”. Allí nos encontramos con su vicedirector Roberto Novarese, el docente Daniel Winter y la coordinadora de curso Liliana Longo, para conversar y reflexionar sobre los vaivenes históricos de la educación técnica, la importancia de su articulación con el sistema productivo de Córdoba y los desafíos pendientes.
A simple vista, el “Balseiro” pareciera una escuela distinta a otras. ¿Ustedes la viven así? Y si es así, ¿cuál es su particularidad?
Daniel Winter —El “Balseiro” no es una escuela más para mí; creo que hay muchos elementos y uno de ellos tiene que ver con el lugar donde está. Al ser esta una zona tan céntrica, se da la particularidad de que el padre elije la escuela y viene por la referencia que tiene la institución en la comunidad. Además, al ser una escuela relativamente pequeña, la familia sabe que los chicos están muy contenidos, ya que tanto los directivos como los docentes están muy encima de ellos. Otra cosa que marca una diferencia es su nivel académico.
Roberto Novarese —Esta es una escuela que tiene una trayectoria y un reconocimiento social y eso se ve reflejado en la prematrícula que tiene. Calculá que hoy tenemos cuatro primeros años, con un total de 120 alumnos en promedio por año; de ese total, tenemos que descontar los hermanos, que entran directamente y un porcentaje de chicos que repiten el año, por lo cual quedan unos 70 lugares y tenemos una prematrícula de 350 alumnos. Esas vacantes se cubren por sorteo, del cual participa la comunidad. Pero además, esta institución se destaca por el trabajo colectivo y el compromiso de todo el personal docente.
Esta escuela técnica ha transitado muchas etapas políticas y sociales de nuestro país. ¿Cómo ha vivido las transformaciones educativas de estos últimos años?
D.W. —Yo he vivido las transformaciones desde que Alfonsín era presidente, cuando se cambió el concepto de la nota numérica por el “alcanzó, no alcanzó y superó”, y en todos estos años tuvimos una cantidad de cambios tan grandes y contradictorios, que fue imposible poder madurarlos. Esta institución pasó de ser una escuela técnica a escuela media, por ejemplo, y acá fuimos muy rebeldes en relación a ese cambio y mantuvimos la educación técnica desde primer año. Para lograrlo, convertimos a la educación tecnológica en taller de electrónica. Siempre mantuvimos vivo el espíritu de formar técnicos en electrónica, porque esta es la primera escuela de electrónica que tuvo la provincia de Córdoba y la única que continúa con los todos los años de electrónica. Eso lo hemos logrado mantener gracias a que hemos resistido el cambio de escuela técnica a IPEM. Después nos transformamos en una escuela de bachiller técnico, después técnico y ahora estamos formando a técnicos profesionales con un trayecto de siete años. Todos estos cambios generan conflicto con las materias que nosotros vamos estructurando con el conjunto de los compañeros docentes, porque cuando logramos un nivel de articulación y conocimiento importante sobre esa materia y comprendemos el aporte más general que hace en el trayecto de los chicos, de golpe hay que tirar todo y empezar de cero. A su vez, debemos capacitarnos todo el tiempo, porque la electrónica avanza tan rápido que si no estamos capacitándonos permanentemente podemos quedar atrás de los chicos en algunas cosas.
¿Cuál les parece que es la importancia de que exista una escuela técnica como esta en Córdoba?
Liliana Longo —La primera razón es la necesidad que tiene la sociedad de Córdoba de contar con especialistas que puedan alimentar la demanda natural que tiene el parque industrial cordobés. El año pasado, tuvimos la primera camada de chicos con el título de técnicos en electrónica y muchas empresas los requieren, porque no hay suficientes técnicos capacitados.
R.N. —A mí me parece que la implementación de los siete años de enseñanza está siendo una experiencia muy interesante. Sobre todo, por el trabajo que demandó la estructuración de ese último año. En séptimo, los chicos tienen que cumplimentar 240 horas, haciendo prácticas en alguna empresa que esté vinculada a la rama del conocimiento en la que el alumno se está formando. Esa experiencia ha sido muy buena; a los chicos les gustó y muchos quedaron trabajando en las empresas donde realizaron la práctica. Y si bien el año pasado no todos pudieron realizarla, este año se está llevando a cabo con éxito. Hay que tener en cuenta que este tipo de práctica requiere que el docente vaya previamente a reunirse con el empresario y acuerde las condiciones; a partir de la experiencia positiva del año pasado, donde nuestros alumnos tuvieron un buen desempeño y la escuela quedó con muy buenos antecedentes, este año los profesores consiguieron más empresas que se suman para que todos los chicos del séptimo puedan hacer las prácticas.
D.W. —Otro cambio que yo noto que se dio en estos años y del que habría que hacer una autocrítica, es que hemos bajado un poco el nivel de exigencia: lo que antes se daba en cuarto, hoy se da en sexto. En ese sentido, creo que el hecho de que los docentes de la especialidad tengamos que trabajar en otros lados para poder llegar a un sueldo que nos permita vivir, no nos posibilita dedicarnos full time a la escuela y eso nos complica un poco. Este es un colegio del cual -quien llega- no se quiere ir.
¿Qué tipo de empresas participan de las prácticas?
D.W. —Son empresas del rubro de la electrónica. Córdoba tiene un polo de industrias de electrónica muy importante, donde hay empresas muy diversas, que abarcan desde la fabricación de balanzas electrónicas de última generación, hasta sistemas de alarmas o de computación. Hay muchas empresas importantes que cada vez buscan más a estudiantes del “Balseiro”, porque reconocen su formación y su compromiso. Es evidente que Córdoba necesita de técnicos, no solo de informática: se necesitan mecánicos, herreros, carpinteros, soldadores, etc. Hoy estamos pagando el error grave que fue cerrar las escuelas técnicas y ahora estamos tratando de compensar ese vacío enorme que quedó.
R.N. —Pero además, esta escuela no solo forma a los chicos como técnicos; también sabemos que la formación debe ser integral, y eso es posible porque aquí hay una cultura institucional instalada muy fuerte, que ha favorecido que exista un ambiente agradable y un fuerte compromiso con la enseñanza. La cultura institucional de este colegio es producto de una construcción histórica y un trabajo cotidiano, que favorece que los nuevos docentes que se suman al colegio se incorporen rápidamente a un modo de trabajo institucional común.
¿Qué cosas consideran que hay que modificar o fortalecer?
R.N. —Creo que hay que seguir mejorando el proceso de enseñanza-aprendizaje, que debemos vencer la apatía. A su vez, cuando hablamos de la contención, tenemos que tener en cuenta que la escuela contiene solo en la medida en que incluye, y un modo de incluir desde las escuelas es que el alumno sienta que nos preocupamos por él y por lo que le pasa. Y en esa tarea tenemos que poner lo mejor de nosotros. Creo que es una responsabilidad muy grande la que tenemos, y considero que también eso es lo que nos hace una buena escuela. Yo nunca digo que somos la mejor escuela, para mí no hay mejores escuelas, no existe una escuela que sea mejor que otra; hay buenas escuelas, porque siempre hay algo para mejorar.
D.W. —Otra cosa en la que hay que seguir trabajando es volver a acercar a las familias e involucrarlas en la tarea de la escuela, recuperar a los padres como aliados.
R.N. —El trabajo con la familia es muy importante y una estrategia central para evitar la violencia escolar. En este sentido, hay que reconocer que a veces los actores de la escuela somos violentos con las familias, y en vez de incorporarlas las terminamos expulsando. Para nosotros, el desafío es que la escuela y la familia sean aliados en la educación de los chico.
educar en Córdoba | no 33 | Septiembre 2016 | Año XI | ISSN 2346-9439