Cada directivo, hasta que encuentra su estilo de gestión, va atravesando por diferentes experiencias junto con sus equipos docentes. Y eso es un aprendizaje. Nadie sale de las instancias de formación o capacitación profesional con un estilo de gestión definido, sino que lo encuentra a través del liderazgo, su forma de ser, las situaciones que va resolviendo, la manera de enfrentarse a los conflictos y los recursos humanos con que cuenta la escuela, que juegan un papel importante a la hora de “hacer que las cosas sucedan”, como dice Bernardo Blejmar. Precisamente, la gestión es hacer que las cosas sucedan, y que ocurran de la mejor manera posible para salvar las situaciones conflictivas que en una institución acontecen.
En la actualidad, intentamos llevar adelante un modo de gestión democrático, participativo y cooperativo. De esa forma, cada uno de nosotros va descansando y juntando fuerzas, apoyando y aprendiendo de los otros, pues nadie aprende solo. Y en ese marco la principal estrategia es el diálogo: siempre hay que buscar los espacios para ello, en todo momento. Esos ámbitos no son solo la Dirección de la escuela, sino muchos otros espacios escolares. Es importante encontrarse con el otro, pues sin vínculos no hay aprendizaje, ni entre docentes, ni con los alumnos, ni con los padres. Para poder implementar ese modo de gestión colaborativo en nuestra escuela hemos implementado diferentes acciones. En las horas en que los cuatro maestros especiales con que contamos están con los alumnos, el resto de los docentes se reúne, al menos 1 o 2 veces a la semana, ya sea entre maestros de grados paralelos o con docentes del siguiente ciclo. Esto les permite trabajar en la escuela, paralela o verticalmente -según la necesidad-, con la asistencia del vicedirector o con la maestra de apoyo.
Todas las reuniones de personal son pedagógicas; es decir, planificadas para trabajar la tarea diaria en un momento de encuentro para los docentes. No queremos que sean para hablar de tal o cual circular, o para que la directora baje indicaciones.
También convocamos, de manera frecuente, a los docentes para entrevistarlos y consultarlos sobre los problemas que advierten. De esta manera, hacemos un seguimiento particular de cada alumno, a través de planillas y sugerimos estrategias y variantes. Buscamos, en ese sentido, no descargar la situación del alumno en la familia. Trabajamos también con ellas, pero consideramos que el problema debe ubicarse dentro de la escuela – tanto en el aprendizaje del niño en concreto como en nuestra propia enseñanza-, pues si no, no se puede abordar.
Por último, ponemos énfasis en lo vincular. Los chicos no quieren ser “un número”, sino que sepamos quiénes son y qué les pasa. Tenemos que romper con esa idea de la homogeneización y abarcar a los alumnos desde una mirada global, pero que a la vez cada uno de ellos sepa que es querido y atendido en particular. Ese es un desafío para los docentes.