El movimiento educativo en América Latina tuvo muchos cambios en los últimos años, especialmente por las conquistas de gobiernos democráticos y populares. Pero un tema fundamental, que precisa profundizarse, es la democratización de la educación, la participación de la sociedad en la elaboración y formulación de las políticas públicas. Y el Movimiento Pedagógico que estamos comenzando a construir es un canal para profundizarlo.
En Brasil tenemos, además, desafíos propios. Actualmente, contamos con una inversión en educación equivalente al 5,3% del Producto Bruto Interno (PBI). Cuando en 2003 asumió el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva era del 3,9%. Nuestra lucha -no solo de los sindicatos, sino también de los movimientos populares- es llevar la inversión al 10% del PBI en los próximos 10 años.
Además, en lo que respecta a la escolaridad obligatoria, tenemos una de las peores situaciones de América Latina: de los 6 a los 14 años. De todas maneras, contamos con una ley aprobada en el Congreso Nacional que llevará, a partir de 2016, la escolaridad obligatoria desde los 4 a los 17 años.
En lo que respecta a la educación primaria y secundaria, tenemos 91% de la matrícula en escuelas públicas y gratuitas. Esto es resultado del proceso de resistencia que los maestros llevamos adelante, aliados con los padres y las madres, en defensa de la educación pública. Muy diferente es la situación en el nivel superior, responsabilidad del Gobierno Federal, donde 25% de la matrícula está en el sector público y 75% en el sector privado. El Ejecutivo nacional enfrentó, en la última década, una gran resistencia para ampliar la educación pública y gratuita en el nivel superior, por eso es una de las principales disputas que tenemos actualmente en nuestro país.
En esta realidad es que actuamos los sindicatos de docentes en los últimos años. En primer lugar, dejamos de tener una conducta corporativa por mejores salarios y condiciones de trabajo y ampliamos nuestra actuación hacia la formulación y aplicación de todas las políticas públicas, no solo en educación, sino también en salud, seguridad o saneamiento básico, que también interfieren en la política educacional. Porque participamos de la concepción de que “otro mundo es posible”, necesitamos, por lo tanto, construir otro país.
Por último, algunas experiencias realizadas en Brasil pueden contribuir para un Movimiento Pedagógico Latinoamericano. La primera de ellas se refiere a la democratización del debate social de los poderes públicos, porque fue necesario forzar una y otra vez la negociación con los gobiernos y los parlamentos.
Otro elemento importante de nuestra lucha sindical fue que logramos, en 2010, que el Gobierno instale una Conferencia de Educación -la primera en nuestro país-, que se hizo desde los municipios y las provincias hasta llegar a una reunión nacional. Allí pudimos elaborar propuestas para un Plan Nacional de Educación y, a partir de eso, la cartera educativa envió una propuesta al Congreso, que nosotros acompañamos y apoyamos.