DOSSIER

Buscando nuestros propios espacios y tiempos

Clarisa María Bagnera

El Centro Educativo “General Conrado Villegas”, de Laboulaye, tiene 470 alumnos distribuidos en dieciocho grados que funcionan en dos turnos. Cuenta con una directora, dos vicedirectoras, dieciocho maestras de grado y seis docentes de Ramos Especiales.

En 2001, bajo la gestión de Aurorita Cavallero como directora, hoy Secretaria de Cultura y Educación de UEPC, se puso en marcha el proyecto “Buscando nuestros propios espacios y tiempos”, una experiencia que surgió ante la necesidad de optimizar los tiempos, los espacios y las condiciones de aprendizaje de nuestros alumnos. Estos cambios se aplicaron en 5to y 6to grado, que trabajan por áreas. Por un lado, los cuatro módulos de 45 minutos se reconvirtieron en tres momentos pedagógicos de 70, con dos recreos de 15. Por el otro, las cuatro materias especiales (Educación Tecnológica, Inglés, Educación Física y Plástica) se concentraron en un mismo día, con el formato tradicional de 45 minutos por módulo. Para 2002, la evaluación fue positiva en cuanto a la motivación de los alumnos y los resultados académicos, lo que permitió extender la propuesta a todos los cursos.

La modificación de los módulos posibilitó la aplicación de otras estrategias pedagógicas, como el Aprendizaje Basado en Problemas (ABP) y el aula taller. A la vez, generó una oportunidad para desarrollar en clase actividades de investigación, tareas colaborativas y grupales, difíciles de implementar en los 45 minutos tradicionales. Claro que esta modificación significó también un desafío para los docentes. Por eso, estos cambios fueron acompañados con un proceso de perfeccionamiento del colectivo docente y del equipo de gestión.

Aquí entra en juego el segundo punto de esta reestructuración. La concentración de las materias especiales en un mismo día permitió a los maestros de grado y al equipo directivo un tiempo y un espacio para encontrarse, trabajar sobre cuestiones pedagógicas, elaborar proyectos y acciones conjuntas, programar tareas de adecuación curricular, talleres intensivos para recuperar alumnos en riesgo pedagógico, jornadas de lectura compartida y reflexiones sobre la práctica mediante la observación entre pares. La posibilidad de presenciar las clases y hacer devoluciones tampoco es algo sencillo. Lo trabajamos mucho y siempre partiendo de la voluntad del docente a mostrar su clase. Conscientes de que nunca sabemos todo y de que cada uno es fuerte en diferentes aspectos educativos y que por lo mismo, estos cruces enriquecen la práctica docente. También se aprovechaba ese día para convocar a los padres con otros tiempos, con diálogos más profundos; sirvió para profundizar vínculos entre escuela y familia y mejorar los resultados pedagógicos.

Ampliar la propuesta a todo el colegio y sostenerla en el tiempo, también significó enfrentar nuevos desafíos. Por un lado, tuvimos que revalorizar los espacios de las materias especiales, porque al estar todas juntas se veían como el día para poder faltar sin perder contenidos. Allí, trabajamos con los padres de manera conjunta para resignificar estos campos curriculares, como parte de una formación integral y que estaban concentrados no para restarles importancia, sino para habilitar otras cuestiones en la escuela.

Por el otro, respecto de los grados más chicos, existía el temor de que estos módulos más largos atentaran contra la capacidad de atención, por eso cada docente administraba el tiempo de acuerdo con las necesidades de sus alumnos. Y en el mismo sentido, había que aprender y asimilar estos nuevos modos de estar y organizar el aula. Lo trabajamos tanto con los docentes como con los alumnos. Con los primeros, comprender que la rigidez del aula no siempre es buena, que la disciplina absoluta y el silencio ya no son para estas épocas, que tenemos alumnos con otras necesidades y otras inquietudes. Debemos formar estudiantes que sepan investigar, que se cuestionen, que debatan, que se interroguen. Los alumnos aprendieron estos nuevos modos de construir conocimiento a través del aula taller y el trabajo colaborativo. Utilizamos mucho la evaluación colectiva al cierre de la clase, para reflexionar acerca de cómo habíamos trabajado, los logros obtenidos, las dificultades que se presentaron y el desempeño individual y grupal.

No es algo que se pueda lograr de un día para el otro, es un proceso largo. Muchos docentes están acostumbrados a enseñar como ellos aprendieron. Además, implica una fuerte planificación de las clases porque hay que mantener la atención de los alumnos y el interés. Buena motivación para la clase, fuerte desarrollo con estrategias e intervenciones firmes y claras de los docentes. Pensar las estrategias y también las herramientas que se propone desarrollar en el alumno y darle a todo eso un cierre: qué sabíamos y qué aprendimos.

Han pasado más de 11 años del inicio de esta experiencia. La implementación de la Jornada Extendida en 2012, que implicó el pase de algunas materias especiales a esos horarios y la imposibilidad material de modificar los horarios de los profesores que han ido llegando a la escuela, nos desafía a buscar nuevamente nuestros propios espacios y tiempos. Pero por otro lado, frente a este desafío de índole material, contamos con la solidez de los cambios ya logrados y consolidados en las prácticas docentes, que tienen que ver con una manera diferente de estar en el aula, con la construcción del conocimiento, con la concepción del trabajo entre pares y con una forma creativa de pensar las escuelas, apelando al consenso y el compromiso de todos los actores institucionales.

educar en Córdoba | no 30 | Octubre 2014 | Año XI | ISSN 2346-9439
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