Convenio entre UEPC y el Ministerio de Educación provincial

Del proyecto 108 Escuelas al Programa de Alfabetización de UEPC: sentidos, cambios y continuidades

Con una trayectoria de más de 20 años, el proyecto 108 Escuelas de la Secretaría de Educación del sindicato vuelve a trabajar más allá de las fronteras de la capital provincial, esta vez con un mayor impulso y bajo el nombre de Programa de Alfabetización de UEPC. En esta conversación con Educar en Córdoba, Rosa Sosa –coordinadora del proyecto– y Karina Montoya –maestra de apoyo, integrante del mismo– explican las novedades de esta nueva etapa, las características principales y las huellas que consolidaron en más de dos décadas de trabajo en alfabetización y su impacto en la formación y el trabajo docente. Un proyecto en el que, como ellas reconocen, “todas las ideas son posibles”, pero estando en las aulas con las maestras y los maestros, desde el acompañamiento dedicado y cotidiano.

¿Qué tipo de intervención se propone a partir del reciente convenio firmado entre UEPC y el Ministerio de Educación de Córdoba? ¿Qué aspectos cambian y cuáles se recuperan con relación a lo que ya se venía trabajando en el proyecto de Fortalecimiento Pedagógico desde hace más de 20 años entre la Provincia y el proyecto 108 Escuelas del sindicato?

Rosa Sosa: La Secretaría de Educación de UEPC —de la cual depende el Programa de Alfabetización— firmó un convenio con el Ministerio de Educación para armar un proyecto parecido al de Fortalecimiento Pedagógico, pero con algunas diferencias. Lo fundamental es que ahora incluye a escuelas del interior. Eso se había realizado años atrás, pero, por una cuestión de presupuesto, la Provincia se retiró y, desde el sindicato, no pudimos sostenerlo en soledad: mientras las maestras y los maestros de capital tenían un encuentro quincenal, en el interior empezaron teniendo uno mensual, luego bimensual y después, en un momento, las y los docentes del interior no sabían si seguían siendo maestras y maestros de apoyo y pasaron a depender de las supervisiones zonales. La última vez que nombraron maestras y maestros de apoyo fue en 2016. El Gobierno siguió manteniendo algunas y algunos en el interior, pero, al depender de cada inspección zonal, empezaron a estar a cargo de un grado en alguna escuela, o sufrían cambios de lugar de trabajo de forma reiterada.

Otro punto de quiebre fue la pandemia, porque cuando se declaró personal esencial a las y los docentes, a las maestras y los maestros de apoyo les pidieron que se hicieran cargo de grados en la virtualidad. Eso fue complejo, causó mucho ruido.

Y, además, fue una constante que las maestras y los maestros de apoyo rindieran concursos para equipos directivos, o para supervisiones, porque eran docentes capaces y con preparación. Entonces, todos los años había que realizar nuevos nombramientos. Pero desde 2016 hasta la actualidad, no se nombró a nadie. En ese año trabajamos con la mayor cantidad de maestras y maestros de apoyo —160 en total—, pero el año pasado terminamos con 60.

En buena medida, este nuevo convenio implica un reconocimiento del Ministerio a una experiencia de trabajo, que se busca ahora garantizar no solo en capital, sino también en el interior.

Rosa Sosa: También es una decisión de UEPC extender el proyecto al interior, y así nos lo planteó la nueva conducción al asumir. Y es un desafío enorme.

Karina Montoya: Porque el aprendizaje es situado, no en todos los territorios es igual, de acuerdo a las demandas que tienen las instituciones. Ese fue el primer objetivo que nos planteó la nueva conducción: territorializar este proyecto en el interior, no solamente en capital.

Un trabajo de alfabetización, desde la innovación y nuevas propuestas

¿Cómo caracterizan el trabajo del Programa de Alfabetización de UEPC?

Rosa Sosa: Es fundamentalmente un trabajo dedicado a la alfabetización, pero no solo a la inicial. En general, cuando se piensa en alfabetización, se piensa en los primeros grados. Y desde acá trabajamos con un concepto, que es acuñado por Emilia Ferreiro, que dice que la alfabetización tiene un inicio incierto –porque en algunas personas comienza más temprano que en otras– y un final inacabado –porque nunca terminás de alfabetizarte–. Porque nuestro sistema de escritura es un sistema vivo, que va cambiando con el tiempo.

Ocurre también que la alfabetización nunca es sobre la nada: para leer y escribir, tenés que hacerlo sobre algo. Y aquí aparece una segunda cuestión, pues ese algo implica plantearse: ¿qué voy a enseñar? Y una de las cuestiones sobre la que venimos trabajando mucho con las maestras y los maestros, vinculada a romper algunos conceptos que se han anquilosado en las escuelas, es que la temática no está prescripta. Tenemos prescripción de contenidos y aprendizajes, pero la prescripción temática la propone una editorial. Esta propuesta de que tenés que enseñar la familia en primer grado, el barrio en segundo grado y así sucesivamente, eso no está prescripto en ningún lado, pero se fue naturalizando. Y, en realidad, la elección del tema es un espacio de libertad que tiene cada docente para proponer qué enseñar y desde dónde. Y una de las temáticas que proponemos, por lo menos desde 2015, es el cambio climático, una problemática que nos parece urgente y sobre la cual hay muchas cosas que las niñas y los niños tienen que aprender desde temprano, porque hay muestras evidentes de que ya afecta nuestras vidas.

Karina Montoya: Otras características del proyecto tienen que ver con no enseñar desde un solo lugar: intentar cambiar la mirada de las y los docentes, para que articulen distintas disciplinas desde las cuales abordar un tema común. Y con los agrupamientos: creemos que hay distintas maneras de agrupar a las y los estudiantes y no debemos quedarnos con la manera tradicional que funciona en las escuelas. Hacemos un trabajo, sacamos a un grupito, le ayudamos para que se vaya alfabetizando. Y le proponemos a cada docente no dar el mismo tema en todos los grupos, sino trabajar –y es más rico– distintos aspectos acerca de ese tema en cada grupo.

Rosa Sosa: Otra característica tiene que ver con un trabajo que comenzamos en 2012 y que no tiene retorno, a partir de articular con el Archivo Provincial de la Memoria: empezamos a trabajar con otras instituciones. Porque no podemos acumular todo el saber sobre todos los temas, hay un saber científico en algún lado y hay que ir a buscarlo, ya sea al Archivo, a la Reserva San Martín, al Jardín Botánico, a los museos, a las cátedras de la universidad, a sus proyectos de extensión, etc.

Los caminos y las huellas del proyecto 108

El Programa de Alfabetización de UEPC propone con claridad una reformulación del modo de ser docente, de pensar los aprendizajes, de estar en el aula, del modo de ser escuela. ¿Qué cosas, a lo largo de su historia, se pueden marcar como puntos de quiebre o puntos alumbradores de esas modalidades?

Rosa Sosa: Una cosa fundamental que tenemos que señalar –y la menciono porque soy la más antigua, no porque sea la más iluminada– es la cuestión de trabajar con otras y otros: que las maestras y los maestros de grado acepten trabajar con las maestras y maestros de apoyo; que estas y estos, a su vez, acepten el saber de otra institución –por ejemplo, la universidad o el Archivo Provincial de la Memoria–; y que ese actor también acepte el saber docente. Por ejemplo, cuando hicimos el convenio con la universidad, les dijimos: “Ustedes saben mucho de biología, pero nosotras y nosotros sabemos cómo dar clases. Entonces, nosotras y nosotros les vamos a enseñar cómo hacerlo, y ustedes nos enseñarán otras cosas”. Y así pudimos avanzar juntas y juntos en esa formación.

También renegamos de la palabra capacitación, más bien hablamos de formación. Y esa formación la realizamos siempre en talleres, una modalidad que hemos adoptado, en la cual no hace falta que venga una persona iluminada a decirnos cómo trabajar, sino que vamos viendo entre todas y todos cómo hacemos algo, y vemos cómo lo podemos mejorar, para hacer otra cosa.

Karina Montoya: La pandemia fue también un punto de quiebre en esto de reinventarnos. Por ejemplo, con el ingreso de las nuevas tecnologías, porque había miedo, había desconocimiento en muchas y muchos docentes. Entonces, hubo que trabajar ese acercamiento en un doble sentido: formar en el uso de cada tecnología, a la vez que en una perspectiva de trabajo con ellas.

Rosa Sosa: Algunas de las cosas que hemos instalado a lo largo de los años son, por ejemplo, la agenda de cuentos y el aula textualizada. La agenda es algo que se respeta en todas las escuelas, en todos los primeros grados, e implica que la maestra o el maestro seleccione cuatro o cinco cuentos para leerles a sus estudiantes durante un mes. Entonces, todos los viernes, se lleva a cabo la hora del cuento. Cuando empezamos a trabajar, solo algunas maestras o algunos maestros leían, pero pasaban por la biblioteca y buscaban el libro más cortito, el que estaba más a mano. A partir de armar agendas de cuentos, la maestra o el maestro los selecciona, tiene en cuenta si son de la misma autoría, si va a trabajar una temática o un personaje específico; es decir, los elige desde otro lugar y eso genera que la lectura no sea plana. Porque cuando les propone leer, por ejemplo, “La caperucita roja”, y a la otra semana otro cuento con un lobo, allí surgen reflexiones: “Ah, este lobo es diferente, o es igual, o esto o aquello”. Empiezan a relacionar y a tejer esa red de alfabetización, que tiene que ver con reconocer cuentos, personajes, autoras y autores, editoriales y todas esas cosas.

El aula textualizada es también un recurso interesante para acercar a las niñas y los niños al sistema de escritura. Entonces, por ejemplo, cuando empezás a alfabetizar a cada estudiante, hay que enseñarle la regularidad del sistema. Y hay palabras que son de uso frecuente, los días de la semana, por caso. Entonces, se busca relacionar los días de la semana con los nombres, con fechas, con la agenda de cuentos, por ejemplo. Las chicas y los chicos saben que ese cuento que leímos esta semana es “La caperucita roja”, entonces, si quieren escribir ese título, saben que pueden mirar en algún lugar del aula donde encuentran un referente seguro. El aula textualizada no se hace de una vez y para siempre, se cambia todos los meses, para ir acompañando ese acercamiento al sistema de escritura. Es un concepto de la línea didáctica que seguimos. En un principio, hablábamos de constructivismo, pero eso también ha ido cambiando. Le llamamos enfoque aproximativo, porque no empezamos todas y todos en el mismo punto, y nos vamos aproximando al objeto de estudio desde diferentes lados y de distintas formas, no hay ni una única manera, ni un único momento, no es algo lineal.

Existen discusiones actuales en el campo de la educación respecto a cómo enseñar, entre la perspectiva fonética y la constructivista. ¿Cómo se inscribe el Programa de Alfabetización de UEPC en ese debate?

Rosa Sosa: Esa discusión se salda cuando concebís la educación de manera situada, porque allí trabajás con lo que piensa cada docente. Hay maestras y maestros que utilizan el ma, me, mi, mo, mu, y a lo mejor son constructivistas. Cada quien no es todo el tiempo algo. Lo interesante es que puedan pensar desde dónde están enseñando. Una de las cuestiones en la que aprendimos mucho es cuando dialogás con alguien, y esa persona toma conciencia de “estoy enseñando esto desde este lado”. En algún momento vas a llegar a esa discusión, pero no es en el inicio.

Todas las ideas son posibles, desde las aulas y el acompañamiento

¿Qué impacto tiene el proyecto en la formación y en el trabajo de enseñar de las y los docentes que participan del mismo? ¿De qué manera cambian sus concepciones, prácticas y miradas respecto de la enseñanza y el aprendizaje?

Karina Montoya: Te lo puedo contar como maestra de apoyo: te abre la cabeza, porque realmente te enseña el trabajo con la otra o el otro, a usar otras estrategias, te da ganas de estudiar. De hecho, a partir de participar en el proyecto, hay muchas compañeras y muchos compañeros que están en equipos de gestión o han rendido para inspección. Y te enseña a pensar con la maestra o el maestro de grado esas intervenciones, a plasmarlas en la planificación, para que no sea monótono lo que estás trabajando con las y los estudiantes. Y que aprendan jugando también, una modalidad que se corta en la primera edad, a partir de la cual ya no hay más juegos. De pronto, hacerles leer panza arriba o trabajar con la naturaleza en la reserva San Martín, desde la experiencia misma, desde el aprendizaje situado, y eso es diferente. Las chicas y los chicos aprenden con alegría, no desde algo aburrido.

¿Sabés por qué muchas maestras y muchos maestros aman el proyecto? Porque cuando alguien se acerca, le decimos: “¿Qué te interesa hacer? ¿Qué querés trabajar? Tengo un material que te puede ayudar, lo podemos pensar en equipo”. Es decir, en este proyecto, todas las ideas son posibles, acompañamos, orientamos en la planificación y eso da una gran libertad. Desde el Programa de Alfabetización, nos interesa comenzar desde el momento cero una planificación, pensar algo y hacerlo en conjunto, no caer con algo armado. Todo lo hablamos con la o el docente, “venimos para acompañarte”, le decimos. Lo primero que aclaramos es que somos de UEPC y que venimos a acompañar porque son nuestras compañeras y nuestros compañeros, siempre decimos eso. Para nosotras y nosotros es muy importante estar en las escuelas, trabajando a la par, no solo capacitando desde un ámbito externo.

Rosa Sosa: No nos centramos tanto en el aprendizaje, sino en la enseñanza. Cuando este proyecto comenzó, se pretendió que las maestras y los maestros conocieran la variante lingüística que utilizaban las niñas y los niños, que, se suponía, les impedía alfabetizarse. Cuando empezamos a transitar las escuelas, en realidad nos dimos cuenta de que ese no era el problema, que había dificultades de enseñanza. Lo que hay que pensar es la enseñanza como un problema que posibilita resolver algo. No sabemos qué va a aprender cada estudiante. ¿Qué podemos enseñarle? ¿Le podemos enseñar algo? Porque evidentemente, para llegar a la escuela, algo tuvieron que aprender. No sabemos cómo lo aprendieron, ¿pero cómo les podemos enseñar? Esa es la pregunta que nos hacemos.

El proyecto ya tiene más de 20 años y ahora está recibiendo un nuevo espaldarazo, que le permitirá un mayor alcance. Y eso coincide con un cambio de gestión en UEPC, pero también otro a nivel provincial. ¿Qué se transformó allí para propiciar este relanzamiento?

Rosa Sosa: Valoramos de manera positiva esta decisión de extender el trabajo en el interior para que sea igual que en capital, porque antes había diferencias. Y también haber recuperado nuestra experiencia y escucharnos.

Y otro aspecto que rescato de esta nueva etapa es el trabajo con el Ministerio de Ambiente de la Provincia. Porque cuando empezamos este año, nos dimos con que teníamos un problema: movilizar gente cuesta mucho, entonces había que buscar lugares más cercanos a cada escuela en los cuales trabajar. Y, en eso, nos vinculamos con personal de Ambiente que estaba impulsando la creación de bosques urbanos. Y vamos a articular con ellas y ellos: ya armaron uno en barrio Rosedal, y vamos a armar dos o tres, probando cómo funciona en algunas escuelas, para cuidar esas plantas, para acrecentarlas, para ponerles nombres e investigar algunas cosas respecto de ellas. Y así también estamos trabajando con museos, con el Parque Francisco Tau –en Bell Ville– y en la Reserva Natural La Felipa, cerca de Ucacha.

educar en Córdoba | no 42 | Octubre 2024 | Año XXIII | ISSN 2346-9439
Artículo: Del proyecto 108 Escuelas al Programa de Alfabetización de UEPC: sentidos, cambios

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Luciano