¿Qué implica alentar el protagonismo juvenil en la escuela? ¿De qué maneras fructíferas puede emprenderse ese desafío? ¿Cómo integrar sus demandas e inquietudes a la dinámica institucional, de forma creativa y productiva? Estos interrogantes estuvieron presentes en una experiencia emprendida en una escuela rural del departamento Río Seco. La misma ya lleva 10 años y ha dejado huellas trascendentes en las experiencias personales de estudiantes y en la propia escuela.
En el anexo Santa Elena del Instituto Provincial de Educación Media (IPEM) Nº 371 Mariano Moreno, un tanto por intuición y otro por convicción, decidieron convertir sus desafíos en oportunidades: a partir de la incorporación del Ciclo Orientado, de la ampliación de la cantidad de docentes y estudiantes que eso implicó y de la mudanza a un edificio propio, en esta escuela rural comenzaron a trabajar en la conformación de un espacio de organización y debate para jóvenes que, finalmente, asumió la forma de un cuerpo de delegadas y delegados. Este ámbito permitió canalizar la palabra, las inquietudes y las demandas estudiantiles e integrarlas, de forma productiva y creativa, a la dinámica institucional, a la vez que posibilitó hacer más amoroso y ameno su tránsito por la escuela. Este espacio generó un sinnúmero de actividades, entre las cuales resalta una Jornada de Ciudadanía y Participación realizada a finales de 2021 con la totalidad de estudiantes del establecimiento, experiencia presentada en el 31º Congreso de Docentes Rurales realizado en La Cumbre a finales del año pasado.
Santa Elena es una pequeña localidad del departamento Río Seco, en el norte de la provincia de Córdoba. Allí funciona un anexo del IPEM Nº 371 de Rayo Cortado, distante a 5 km de allí, que congrega a una matrícula de más de 70 estudiantes de la región, provenientes de Santa Elena, Cerro Colorado y El Rodeo. Se trata, fundamentalmente, de hijas e hijos de trabajadoras y trabajadores rurales, que crían ganado y producen alimentos destinados a habitantes de la zona y a viajeras y viajeros que visitan la región, cercana a varios centros turísticos. En 2012, se amplió el anexo e incorporó el Ciclo Orientado (en turno tarde), que se sumó al Ciclo Básico (en turno mañana) que ya funcionaba, lo que implicó, además, la inauguración de un nuevo edificio y el ingreso de una importante cantidad de docentes.
Un ámbito propio para las inquietudes estudiantiles
Esta inédita realidad institucional –más estudiantes, docentes y asignaturas, además de las nuevas instalaciones– se comenzó a procesar de diferentes formas. Una de ellas implicó una consulta a estudiantes respecto a las necesidades que creían importantes para su comunidad. Allí se evidenció, entre otras cosas, la inexistencia de espacios que permitieran el desarrollo cultural, ante lo cual surgió la propuesta de aunar esfuerzos para motorizar un cine comunitario. Se consiguió el préstamo de un proyector, un equipo de sonido y un espacio adecuados; se organizó un servicio de buffet sostenido por estudiantes y, de esa forma, una o dos veces al mes se proyectaban películas para niñas, niños y jóvenes, experiencia que se extendió entre 2012 y 2013. La culminación de ese primer proceso organizativo fue un viaje –a finales de sendos años– a la capital provincial para asistir a un cine “de verdad”, una experiencia novedosa para buena parte de la población estudiantil. También en 2013, las y los jóvenes comenzaron a participar de la organización de la semana del estudiante, un proceso en el cual, hasta entonces, no intervenían con sus inquietudes.
En 2014, tras dos años de ese incipiente trabajo colectivo y a instancias de una propuesta de la docente Yanina Bolton, se impulsó la creación de un espacio de representación de estudiantes, con la finalidad de dar cauce a sus demandas, inquietudes y opiniones. Junto a docentes, pasaron por los cursos explicando por qué creían necesario contar con el mismo y se realizaron elecciones para elegir a representantes de cada división. De esa manera, comenzó a funcionar lo que se llamó el “cuerpo de delegadas y delegados” del colegio.
Desde entonces, dicho ámbito funciona con dos representantes por curso que se eligen a principios de cada año, momento en que también se discute la agenda de trabajo, que luego se debate en reuniones quincenales de las cuales se toman actas, para sistematizar el proceso de discusión y toma de decisiones. De manera creciente, el cuerpo se ha hecho cargo de múltiples actividades en el marco de la institución: la organización de jornadas de debate sobre temas de interés para jóvenes y de la semana del estudiante; actos institucionales varios –por el Día de la Bandera o el Día de la Independencia, por ejemplo–; el impulso a cambios en el uniforme escolar; el debate y la elección de un escudo representativo para la institución; la puesta en funcionamiento de un centro cultural, siempre con el apoyo y el trabajo cercano de docentes y de la coordinadora del anexo, María Soledad Argañaraz.
Una experiencia que deja huellas
Estudiantes, docentes y autoridades del colegio no dudan del impacto positivo –en lo institucional y en lo personal para las y los jóvenes– del espacio de representación. “Fue una experiencia importante para aprender a hablar ante otras personas, a expresar lo que pensaba, a escuchar otras opiniones y reformular mis ideas, fue una práctica que me enseñó muchísimo”, comenta Julieta Saravia, exestudiante del anexo, delegada durante su paso por el instituto, quien en la actualidad cursa la carrera de Psicología en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). “Al llegar a la Facultad, participé de una jornada en defensa de la Ley de Bosques en la que me tocó disertar en representación de la Universidad ante un montón de personas, y pude reconocer allí que era una práctica que ya tenía incorporada: poder hablar ante otros, defender una postura, con respeto”, agrega. En el mismo sentido se manifiesta Mayra Ybarra, estudiante de 6to año en la actualidad, delegada de su curso durante su paso por el colegio: “Personalmente me hizo desarrollar mucho como persona, porque era muy tímida, pero la experiencia de participación en el cuerpo de delegadas y delegados me permitió abrirme en todo aspecto, para contar lo que sentía, para animar e incentivar a otras y otros –cosa que nunca había hecho–, para aprender a escuchar a otras personas”.
Además de las repercusiones en la formación personal, la iniciativa fue relevante en términos institucionales. “Como el colegio estaba atravesando situaciones nuevas, en ese espacio pudimos construir muchas cosas de manera colectiva: elegir el uniforme, las formas de manejarnos, qué nos gustaba y qué no, el escudo que nos representaba, la manera en que resolvíamos las problemáticas que surgían. Como yo había llegado de otro colegio, me daba cuenta de que era un espacio que no existía en todos lados. Para la institución, en ese momento, fue importante, porque propuso una convivencia más amable, la importancia de participar y ser escuchados, y eso permitió construir cosas lindas”, explica Julieta. Por su parte, Mayra reconoce: “La escuela nos da el lugar para poder expresarnos, para decir lo que sentimos, preguntar inquietudes y poder resolverlas de la manera que queramos. Y hemos aprendido muchísimo, por ejemplo, a través de jornadas con especialistas sobre diversos temas de nuestro interés, porque no es lo mismo que venga alguien referente y nos explique, a que investiguemos por internet sin ninguna ayuda”.
También docentes y autoridades destacan los objetivos y el impacto de la experiencia. “Lo fundamental en procesos de organización juvenil no es decirles que tienen derechos, sino trabajar sobre el trato, sobre lo injusto, poder discutir sus inquietudes y demandas, que se involucren con la escuela, eso es lo que transforma un espacio como el cuerpo de delegadas y delegados. Las actividades se inventan cada año, pero lo que está por debajo es que participan en un espacio en que su palabra vale, pueden tirar ideas, hay respeto y escucha, así pudimos ir construyendo una escuela mejor a través de pequeñas acciones”, analiza Yanina Bolton, exdocente del instituto y una de las promotoras del espacio. “El protagonismo, la participación, la autonomía progresiva; todo eso se aprende haciendo, no hay otra manera”, sintetiza.
“El impacto positivo se pudo observar rápidamente, porque daba respuestas de manera concreta y contundente a los propios intereses juveniles, no quedaba solo en una consulta, sino que tomaba forma en propuestas concretas –explica María Soledad Argañaraz–. Algunas y algunos docentes creían, al principio, que las y los estudiantes perdían tiempo de clases para ir a las reuniones, no se lo reconocía como un espacio de aprendizajes significativos”. “Esa mirada fue cambiando lentamente, a partir de las actividades y lo que pasaba en cada una de ellas”, agrega la coordinadora.
Una oportunidad para debatir desde y entre jóvenes
En el anexo rural Santa Elena, la asignatura Ciudadanía y Participación asume un carácter transversal –en todos los cursos, a lo largo de todo el año–. Su propuesta de enseñanza se organiza a partir de consultas a estudiantes sobre temas de su interés o diagnósticos de problemáticas o inquietudes que realizan docentes y autoridades. A partir de estos relevamientos, se organizan dos o tres Jornadas de Ciudadanía y Participación a lo largo del año, en vinculación con el cuerpo de delegadas y delegados, donde se abordan los temas acordados de diversas maneras. En cada una de ellas, está involucrada la totalidad de estudiantes del instituto y esa participación es evaluada, a los fines de otorgar una nota para la asignatura.
En 2021, en el marco de una coyuntura signada por la bimodalidad y a partir de una propuesta de la docente Yanina Bolton, se decidió profundizar la articulación con el cuerpo y ampliar la participación estudiantil en la organización de una de las jornadas. “Mi propuesta, en ese momento, fue corrernos de la organización, tanto las y los docentes como las delegadas y los delegados, para que pudiera sumarse cualquier estudiante con interés en hacerlo”, explica Yanina, con el objetivo de que pudieran “vivenciar la experiencia de organización de talleres dirigidos a sus pares” y “crear conciencia sobre temas y derechos que permitan construir sociedades con prácticas ciudadanas más armoniosas respecto a entornos sociales y naturales”. “Junto a la coordinación del anexo, consideramos que era una buena oportunidad para que las y los estudiantes pudieran abordar las cosas que les resultaran interesantes, sin forzar una propuesta desde el lugar de adultos”, agrega.
Para ello, se dispusieron buzones en toda la escuela, de modo que cada estudiante con interés en sumarse a la organización de la jornada se inscribiera en los distintos temas a abordar, definidos con anterioridad bajo el lema “Juventudes y derechos”. Cada buzón contenía una breve descripción de los temas, que fueron “ESI: diversidad y violencia simbólica”, “Ambiente: residuos y desmontes”, “Participación juvenil: ¿qué es?, ¿cómo se participa?” y “Cuidado de unx mismx y de lxs otrxs: prácticas y consumos no saludables”. Cada grupo contó con estudiantes y personas facilitadoras –docentes o referentes que se convocaron– que apoyaron la organización de la actividad en dicha jornada y tenía autonomía para generar una propuesta en formato taller. El resto de las y los jóvenes se anotaron para participar en esos talleres.
Finalmente, llegó el día de la jornada, que se realizó de 10 a 15 horas, para abarcar a ambos turnos del establecimiento. Cada taller incluyó actividades diversas, como juegos, instancias de reflexión y participación, de escritura y lectura, proyección de materiales audiovisuales, actividades culturales –música o teatro–, charlas virtuales, entre otras cosas. Allí se utilizaron recursos tecnológicos, afiches, marcadores, instrumentos musicales y elementos de educación física, en dinámicas de trabajo en grupo. La evaluación de la misma tuvo también un momento especial y se realizó a través de una técnica lúdica, usando sombreros e indagando acerca de los objetivos alcanzados, los aspectos a mejorar, los desafíos próximos y los logros y aprendizajes. “Se advirtió un gran nivel de compromiso, tanto de estudiantes en rol de talleristas como de quienes estaban como participantes, permitiendo conformar nuevos grupos con personas de ambos ciclos, diferentes edades y cursos, aprender del debate y del diálogo, de lo lúdico y lo creativo, poniendo en juego diferentes inteligencias, no solo la lógica matemática”, reconocieron autoridades y docentes del anexo.
Según explica la coordinadora del mismo, la evaluación de esta jornada –y de otras que se realizaron en el marco de la materia Ciudadanía y Participación a lo largo del año– se efectuó de manera colectiva y en ella participaron docentes, autoridades y estudiantes que coordinaban los talleres. “Valoramos todo el proceso: la planificación, el trabajo previo, la jornada en sí misma, teniendo en cuenta criterios que proponemos desde la institución”, comenta María Soledad.
“Un espacio que queremos cuidar”
La experiencia del cuerpo de delegadas y delegados y las múltiples inquietudes que se canalizan allí dejó una huella que impacta sobre la propia institución escolar e, incluso, la trasciende. Como explica Julieta, “se generaba una cercanía con las y los docentes, porque más allá de los problemas que pudieras tener –que siempre suceden–, contabas con ese espacio para plantear lo que estaba pasando y las cosas se resolvían desde la reflexión en conjunto”. “Teníamos la posibilidad de hablar las cosas que nos sucedían”, finaliza. A su turno, Mayra agrega: “La experiencia de ser delegada es muy linda y a las chicas y chicos de 1er los incentivamos mucho a que participen. En el norte, además, no hay muchas propuestas para nuestras inquietudes y este es un espacio que queremos cuidar”.
educar en Córdoba | no 41 | Octubre 2023 | Año XXII | ISSN 2346-9439
Artículo: Un cuerpo como experiencia de expresión y participación