La pandemia dejará un mundo convulsionado, desigual, muy distinto al de finales de 2019. Se naturaliza el debilitamiento de los lazos de solidaridad y fraternidad, se desdibuja el Estado como regulador de la vida de los sujetos, como protagonista activo que distribuye bienes y servicios, materiales y simbólicos, que hagan posible una existencia más justa, digna y con menos incertidumbre.
La razón, el Estado de derecho, la Constitución, las normas que regulan la vida en sociedad, la institucionalidad, el respeto por la otra, el otro, la tolerancia y el debate fraterno, todos activos sociales construidos en largos períodos de experiencias históricas y en dolores existenciales, están en riesgo. La pandemia no solo cristaliza las desigualdades, también devalúa todas nuestras iniciativas y propuestas que piensan y organizan sociedades más justas.
Somos trabajadoras y trabajadores de la educación, organizados en instituciones que tienen muchos años de experiencia y existencia. Hemos convivido y superado procesos de la historia nacional que nos han marcado y forman parte de nuestras memorias, necesarias e imprescindibles para comprender este presente. Venimos de un pasado construido con lucha y seremos una parte de lo que se avecina, que nos necesita como actores imprescindibles para reconstruir nuestras vidas colectivas con más esperanza. Desde nuestro trabajo y desde nuestras organizaciones sindicales, hay mucho por hacer y construir.
Tenemos guardado en nuestra memoria que vivir en una sociedad democrática supone contar con ciudadanas y ciudadanos activos, formados, capaces de comprender sus derechos y obligaciones, responsables, continuos lectores del presente, constructoras y constructores de futuro, de respeto hacia las y los demás, asumiendo responsabilidades colectivas, siendo conscientes de nuestras fortalezas y debilidades.
Aspiramos a construir sociedades fuertes, maduras, tolerantes, que deliberen y razonen, que preserven nuestra libertad en la diversidad, respetando y reconociendo lo colectivo. El individualismo ya no solo es una limitación para construir sociedades más plurales, es también una amenaza al sistema democrático.
La escuela, a instancias de las y los docentes, propone ideas para repensar estos desafíos. Nuestras organizaciones debaten y proponen. El trabajo de enseñar no se detiene, sigue adelante al ritmo de estas nuevas preocupaciones. Una apuesta por la formación de ciudadanas y ciudadanos, con saberes que permitan hacer uso de esa condición, supone un posicionamiento directo, una interpelación profunda al núcleo de la lógica liberal, de la existencia humana, una pelea constante y continua contra la desigualdad y la injusticia.
Nuestro ser y deber ser están indisolublemente asociados al sentido ético y humano de la vida. Por eso nuestra organización -próxima a cumplir siete décadas de existencia- decidió hace ya 20 años crear el Instituto de Capacitación e Investigación de los Educadores de Córdoba (ICIEC), para que la pedagogía también se escriba en términos de trabajo docente, que exprese las evidencias y vivencias del encuentro diario con nuestras y nuestros estudiantes, que recoja las demandas pero también las esperanzas, que reconozca a aquellas y aquellos precursores de esa utopía civilizatoria. Pero también, a quienes le dieron sentido al trabajo de enseñar en coordenadas de compromiso popular, como lo es el saber irradiado por Pablo Freire, que en este año del centenario de su natalicio nos encuentra renovando el compromiso con la pedagogía que libera, con el saber comprometido, con el reconocimiento amoroso de familias, niñas, niños y jóvenes que ven en nuestro esfuerzo -pese a la realidad que golpea los sueños-, el compromiso permanente de no rendirse ni doblegarse, de seguir luchando.
Este proyecto pedagógico está en el alma de cada docente, en la formación inicial y continua para recrear la mejor organización que proteja a la democracia, el contrato social ciudadano. Estamos obligados a proponer, desde las posibilidades reales y concretas, una mejor sociedad y la mejor escuela. En nuestras agendas y planificaciones seguiremos planteando debates en torno al trabajo de enseñar, a la búsqueda de mejores herramientas para “realfabetizar” a nuestra ciudadanía. Pensar los saberes básicos e imprescindibles que promuevan el bien común, que reconozca en la sociedad organizada en torno al Estado reglas éticas básicas que protejan al medioambiente y cuestionen la violencia indiscriminada y la obscena concentración de la riqueza.
educar en Córdoba | no 38 | Junio 2021 | Año XVI | ISSN 2346-9439