Desde nuestra escuela apostamos a la inclusión de nuestras alumnas y alumnos. A ella asisten jóvenes que otras instituciones dejaron afuera del sistema educativo y rotularon como “fracasados”, cuando en realidad el fracaso estuvo en las pedagogías tradicionales de domesticación y exclusión, aún vigentes en muchos lugares. Los esperamos para que puedan sentirse parte de un proyecto que los incluye e invita a construir su propio proyecto de vida, desde una pedagogía del amor.
Consideramos que una cuestión básica y fundamental para el trato y el trabajo, para el devenir posterior de lo pedagógico, es el vínculo emocional, que en el contexto de pandemia había quedado trastocado. Comenzamos a preguntarnos, entonces, cómo generar un vínculo que, pese a estar tecnológicamente mediado, fuera amoroso.
Nuestra primera iniciativa fue generar espacios de tutoría, pero nos encontramos con que las y los estudiantes no contaban con los recursos necesarios para garantizar un vínculo sólido y continuo. Decidimos entonces preparar un cuadernillo articulado a partir de un eje transversal, que permitía trabajar todas las asignaturas. Pero decidimos, además, llevárselos casa por casa en una “caja sorpresa”. Allí había también algún alimento (mermeladas, por ejemplo, y la receta para prepararlas), juegos o manualidades. La idea fue no solo acercarles lo estrictamente curricular, sino materiales que les permitieran sentirse queridos y valorados por sus docentes y la institución, como una forma de fortalecer ese vínculo emocional que la no presencialidad había subvertido.
(*) Profesora de Matemática en el Programa de Inclusión y Terminalidad (PIT) del Instituto Provincial de Enseñanza Media (IPEM) N°288 “José Hernández” (Río Tercero, Departamento Tercero Arriba) e integrante del Proyecto “La educación es un acto de amor, por tanto, un acto de valor”, reconocido en la Convocatoria “Ideas Maestras en tiempos de pandemia”.
educar en Córdoba | no 38 | Junio 2021 | Año XVI | ISSN 2346-9439