En dos escuelas primarias de Córdoba, convertidas temporalmente en estudios de filmación, los pequeños realizadores produjeron cortos donde presentan una mirada transformadora sobre qué derechos de la infancia deben respetarse.
Relatar con imágenes y en solo un minuto una historia que reivindique un derecho infantil puede resultar dificultoso. Doblemente arduo si quienes se encargan de todo el proceso de creación y elaboración de los cortometrajes son niños de entre 8 y 12 años.
Tal es el desafío que se plantearon el Cineclub Municipal “Hugo del Carril”, la Asociación El Ágora, la Fundación Kine Cultural y Educativa y dos escuelas de Córdoba. Titulada “Un minuto por mis derechos”, la iniciativa creada por Unicef convocó a alumnos de nivel primario a expresarse sobre sus derechos mediante la creación de cortometrajes.
Así se eligió a la Escuela Nueva Juan Mantovani, de barrio Villa Belgrano, y la Escuela Héctor Valdivieso, de la localidad de Malvinas Argentinas, comunidades educativas con realidades sociales sumamente dispares, pero con el común denominador del compromiso docente con las necesidades de su sociedad y el estímulo a la libre expresión y creatividad.
El proyecto se desarrolló en varias etapas: la primera fue la capacitación durante cuatro sábados consecutivos de los docentes, a quienes se les brindó material teórico para el apoyo y seguimiento delos chicos, que protagonizaron durante 20 días las etapas de producción, filmación, edición y difusión con afiches publicitarios.
Con la modalidad de taller, se fueron discutiendo conceptos e ideas relacionadas con los derechos humanos en la infancia y comenzaron a surgir historias, que primero se escribieron como cuento y luego como story board (secuencia ilustrada que ayuda a pre visualizar la película) Luego se distribuyeron los roles en grupos de entre cinco y nueve chicos: dirección, actuación, iluminación, cámaras, sonido, edición. Esta multiplicidad de tareas involucró saberes de áreas de lengua, plática, música y teatro.
Coordinadora general del proyecto, Gabriela Borioli, destacó la experiencia artística y lo movilizante que resultó la iniciativa, que convirtió a las escuelas en verdaderos sets de filmación donde trabajaron codo a codo alumnos, docentes, asesores y técnicos.
“Nos encontramos con grupos súper organizados y con todas las ganas de asumir responsabilidades. Más allá de que jugaron y se divirtieron, trabajaron con mucho entusiasmo”, cuenta Denisse Bollo, del equipo técnico del Cineclub Municipal.
Así, la “productividad” lograda en las tres vertiginosas semana de rodaje se reflejó finalmente en 23 videos, en los que participaron 400 chicos. Los cortos se estrenaran en la sala del Cineclub entre el 2º y 22 de diciembre y está prevista una nueva presentación para abril próximo.
El acoso de la abundancia
Uno de los colegios elegidos fue la Escuela Nueva Juan Mantovani, cuyos alumnos pertenecen a familias de cierto poder adquisitivo y necesidades materiales satisfechas. Esto se reflejó en los temas que los chicos de 5º y 6º grado trataron, ya que junto a las historias que reflejaban el drama de los sectores más desposeídos, aparecieron también otras más personales y propias de su realidad, que hablaban del derecho a jugar, de la dictadura de la imagen y del niño sobre exigido, sin tiempo libre y presionando por el imperativo del éxito.
Por otra parte, apareció también el conflicto por la identidad de los menores sustraídos a sus padres desaparecidos durante la dictadura, un tema presente en la agenda mediática y escolar durante el año del 30 aniversario del golpe de Estado de 1976.
“Aquí frecuentemente tenemos actividades en relación a los derechos de los niños y los derechos humanos, donde los niños pueden trabajar esa temática –señala la directora, Janet Saltanovich-. Pero lo que a mí más me interesó fue acercar el cine a la escuela. Es una experiencia que nos saca del formato habitual. Y a lo audiovisual lo entendemos desde dos lados: desde lo artístico y desde la lengua. Porque también incluye la comprensión lectora y la expresión lingüística. No se trata de dejar afuera el texto escrito, sino de incorporarlo. En los guiones los chicos trabajan la imagen y la escritura. No es en desmedro de la escritura que incorporamos la imagen. Al contrario , es la imagen como un elemento más de interpretación y producción de texto”.
Por su parte, Daniela Bernavez, profesora de plástica, calificó como “fabulosa” a la vivencia: “Generamos grupos de trabajo y cada uno tuvo que generar la idea con la que quería trabajar. A eso lo vimos con distintas estrategias metodológicas. Nosotros obviamente ayudamos y apoyamos, pero todo el proceso lo hicieron ellos”.
La creatividad de la escasez
La otra escuela participante fue la Héctor Valdivieso de Malvinas Argentinas, que tiene un entorno social castigado por la desocupación y la pobreza, donde los niños están más expuestos a carencias estructurales y al riesgo de la violencia física y psicológica.
En tal sentido. El profesor de música Mario Burgos cuenta que “nosotros simplemente los guiamos y ellos hicieron todo. Les propusimos que contaran experiencias personales que habían vivido o conocido en su entorno y ellos decían qué derechos sentían que no se respetaban. Así empezaron a surgir y discutir temas. A mí me toco trabajar con tercer grado en el video clip de una canción sobre el derecho a jugar. La letra era un pequeño cuento y crearon también algunos motivos melódicos. La cantaron y después la actuaron en exteriores”. Asimismo, el docente observa que “en la educación formal, todo es más vertical. Acá todo fue horizontal, todos éramos iguales y decidíamos los roles democráticamente. Los docentes tratamos de no interferir con nuestra ideas y respetamos mucho la de los chicos. Con esta experiencia muchos han cambiado y ahora tienen una visión diferente de trabajar en conjunto y otra forma de estudiar. S sienten partícipes y protagonistas de algo que viven, redescubren la potencialidad que tienen como seres humanos y recuperan la esperanza de liberarse de su dura realidad y tener una vida mejor”.
Un abismo separa el contexto social y la problemática en que están inmersos ambos colegios donde se concretó este proyecto audiovisual, que tuvo un mérito fundamental: logró que la magia de una instancia educativa ligada a la creación tenga un efecto liberador de las respectivas ataduras sociales y culturales.
Los cortos según los creadores
“Vos elegís un tema relacionado con los derechos de los niños y contás en breve lo que vas a mostrar con las cámaras. Si querés hacer que dos chicos se pelean y luego se hacen amigos, eso se hace en varias tomas: primero mostrás que los chicos se pelean, después a los chicos hablando para arreglarlo y luego que los chicos juegan juntos”. Con este elocuente ABC cinematográfico, expuesto por Santiago (11), de la escuela Juan Mantovani, los chicos realizaron mas de veinte cortos, entre los que figuran:
Un amigo diferente. Un chico gordo quiere jugar al fútbol, pero los otros no lo dejan porque no es ágil. Ésta situación da pié para tratar la discriminación y el derecho a la igualdad.
Todos tenemos un nombre. La película es sobre el derecho a no ponerse más apodos descalificadores, porque muchos chicos pelean por eso.
El gaucho salvador. Es un corto sobre el derecho de los niños a la educación y en contra del trabajo infantil.
Juanita. A partir de la historia de una chica que es hija de desaparecidos, se aborda el tema del derecho a la identidad y a saber la verdad.