Futuro, soberanía y educación

Adriana Puiggrós

Durante los últimos once años se han producido cambios positivos en el sistema educativo argentino que no encuentran parangón desde las dos primeras gestiones peronistas, hace tres cuartos de siglo. Sin embargo, ante la inminencia del cambio de gobierno (y dejando de lado posturas valorativas de la derecha neoliberal, siempre dispuesta a liquidar la educación pública), es necesario reflexionar sobre el campo de la educación, pues el kirchnerismo “pateó el tablero” de un sistema renuente a los cambios: la educación inicial con las leyes de obligatoriedad de asistencia escolar desde los cuatro años y la regulación de la oferta inicial privada y municipal; pasos (algo tímidos) en alternativas a la escuela graduada; la secundaria con el programa Fines; la educación superior con las nuevas universidades; el programa Conectar Igualdad. Por otra parte, en el escenario educativo no solo se distinguen las instituciones escolares y la televisión; los chicos viven en el mundo digital (empezando por su celular). El gobierno ha optado correctamente por programas de carácter universal, con éxito. Se trata ahora de sostenerlos y de abordar el rezago regional, generacional y social. Afortunadamente, desde uno u otro lugar el Estado se ha hecho cargo, pero urge tanto reconocer los límites de la educación tradicional cuanto penetrar la lógica de las nuevas experiencias y proyectar las consecuencias de una y otras.

Algunas preocupaciones (de una larga lista)

Conviene siempre observar los hechos desde un plano ampliado para no quedar atrapa dos por el localismo. Muchos de los problemas actuales de la educación no son solamente argentinos, sino del sistema educativo moderno y, en particular, de los países latinoamericanos. Al respecto quisiera dejar planteadas algunas reflexiones:

  1. Nuevas leyes educativas nacionales sustituyeron a las neoliberales dictadas por el menemismo. Muchas provincias hicieron lo propio, no todas. La inversión educativa superó el 6,70% del PBI y sumó inversiones extra en infraestructura, becas e investigación. Las paritarias quedaron instaladas (falta acordarlas con fuerza en el nivel privado), y debemos estar atentos para que el próximo gobierno les sigan dando la importancia que tienen. Los salarios y la jubilación alcanzaron un piso de dignidad.
  2. La educación media tradicional está alcanzando su techo. La educación primaria tardó un siglo en universalizarse, desde que se ordenaron legalmente los sistemas escolares. En América Latina, solo el 3,4% de la población en edad de cursar educación primaria está excluida, aunque la distribución entre los países sigue siendo desigual. Analizando la expansión educativa secundaria en la región de los últimos veinte años, se encuentra una tendencia a formar una meseta, antes que a realizar cambios determinantes en los dispositivos educativos.
  3. En la Argentina la Asignación Universal por Hijo (AUH) produjo, entre otros impactos, la elevación de la matrícula en la secundaria. Quienes regresaron a algún tipo de enseñanza sistemática no lo hicieron a la escuela, sino al programa Fines. Cerca de dos millones de jóvenes y adultos pasaron por el Fines; y han terminado su secundaria cerca de ochocientos mil alumnos a través de esta propuesta. El Progresar, así como varios programas de los Ministerios de Trabajo, Desarrollo Social y otros, hizo también su aporte.
  4. Debemos preguntarnos: ¿No habría que “ponerle el cascabel al gato”, realizando una imbricación profunda entre aspectos innovadores exitosos, los Fines y la secundaria tradicional, dejando al   una función focalizada? Si tal operación (sin duda la más difícil) no se lleva a cabo, ¿no se instalarán dos caminos que se bifurcan, una secundaria para ricos y otra para pobres? Si le sumamos la educación privada (cerca de un 30% de la educación argentina), podría ocurrir que estemos marcando la huella de tres sistemas.
  5. Una reorganización del trabajo docente espera desde hace mucho. La unificación de cargos, el cumplimiento pleno del precepto legal de proporcionarles capacitación gratuita, obligatoria y en servicio; su formación político-cultural y una fuerte capacitación disciplinaria.
  6. Un tema que está en discusión es si debe ofrecerse una “segunda oportunidad” a los alumnos que fracasan. No debe olvidarse que hay varios candidatos de la oposición que sostienen que la AUH ya está y no se puede quitar, qué le vamos a hacer, pero hasta ahí llegamos. Suponen que no les resultará difícil disminuir la inversión en esa clase de programas para aliviar al contribuyente. Su convicción es que quien tuvo una oportunidad en la escuela o en la universidad no tiene que reclamarle al Estado que le dé una segunda. Y se deslizan hacia la cuestión del arancelamiento de la educación. Cuidado, porque podemos caer de golpe.
  7. No postularé una novedad: es hora de superar la rigidez, diseñar ciclos, circuitos de aprendizaje, módulos, itinerarios, trayectorias, puertas y ventanas de entrada y salida sin guardias vigilando, reconocer saberes obtenidos fuera de la educación formal o de manera irregular en la educación formal, integrar educación y trabajo. Aunque no hay tiempo para detenerse en las microexperiencias, es necesario fomentarlas para producir saberes pedagógicos transferibles a políticas públicas de mayor alcance.
  8. ¿Qué aspiraciones educativas tienen distintos sectores de la sociedad? ¿Las tienen, o mencionar la educación como responsable del bien y del mal es tan solo un desplazamiento de responsabilidades, generalmente enunciado como crítica al gobierno? ¿Cuáles son las diferencias; son irreductibles, son esenciales, son circunstanciales? ¿Provienen de intereses corporativos, de diferencias teóricas, de lecturas distintas de la potencialidad política de la educación? Hay que planificar la educación y establecer compromisos sociales y políticos al respecto para los próximos diez años. Pero no alcanza y puede ser inadecuado conformarnos con la adopción de los acuerdos internacionales sobre metas; necesitamos un programa nacional y regional.
  9. Respecto a la educación superior hay que pensar algunos de los cambios que se han producido. Se multiplicaron instituciones de diverso tipo, en especial las subsedes de universidades, ubicadas libremente en cualquier lugar del país; coexisten colegios universitarios, institutos docentes y tecnológicos de educación superior, sedes, subsedes universitarias, centros de capacitación locales, e incluso institutos universitarios de grupos determinados, como los pueblos aborígenes. También hay propuestas de origen social, que cuando evolucionan requieren del reconocimiento y los fondos del Estado o de capitales privados. Siguen vigentes las normativas dictadas por el gobierno de Menem, y se está produciendo un increíble avance del mercado dentro de las universidades públicas.
  10. Todo tipo de fundaciones y empresas ofrecen soluciones a mano llena a las instituciones educativas públicas y privadas; para ejemplo, véanse las páginas oficiales de grandes bancos como el Santander, HSBC, el BBVA Banco Francés, el Deutsche Bank, el Banco de Galicia. Su avance, junto con empresas como Google, sobre los campus informáticos de las universidades públicas, la administración de sus cuentas sueldo, sus archivos, sus sistemas de seguridad, sus aulas virtuales, no son ya excepciones sino una penetración sin techo de la entrega de la soberanía educativa argentina y latinoamericana.

Soberanía educativa

Uno de los mayores aportes del kirchnerismo ha sido desarrollar los instrumentos para defender la soberanía de nuestro país y de la región. Veamos la situación global a la que nos enfrentamos. El neoliberalismo convenció a sociedades enteras que “imperialismo” y “soberanía” son palabras fuera de moda, a causa del “natural” e “imbatible” proceso de globalización. La educación sufrió por esa razón. La recorrió como una aplanadora un discurso mediocre, centrado en la contabilidad de la educación pública realizada por intereses privados, que habían descubierto el inmenso caudal comercial de la educación. La definieron como un mercado infinito, con clientes asegurados por los siglos de los siglos, que por esa razón apoyan las medidas de extensión de la obligación de educarse. Como complemento lógico, emprendieron acciones destinadas a reducir al mínimo la intervención del Estado en la educación y descalificar el carácter nacional de las políticas educativas, sustituyéndolas por grandes metas globales cuyo alcance es desigual entre países ricos y pobres. Con una foto instantánea sacada mediante proyectos como el PISA (Programa de Evaluación Internacional de los Estudiantes), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Internacional, el “club de los países ricos”, intenta fijar cada dos años el lugar de los países del cono sur latinoamericano entre los más ignorantes del mundo, convencer que nuestra educación pública es irrecuperable y un terreno liberado para los negocios. Deberían evaluarse los procesos, no las instantáneas. Pero fundaciones empresariales avanzaron realizando programas focalizados que les permiten disimular la evasión impositiva y mejorar su imagen social. Apropiándose de las innovaciones tecnológicas, sustituyen funciones del sistema educativo público, y también del privado tradicional; el neoliberalismo destruye sistemas. La “internacionalización” de la educación avanza a costa de la soberanía en el mundo entero.

Los gobiernos populares latinoamericanos están realizando ingentes esfuerzos para poner al día sus sistemas educativos. En la Argentina, el Estado asumió un papel relevante para fortalecer el sistema de educación pública. Ahora es necesario afianzar y profundizar esa línea política, mientras se juega una carrera con las corporaciones que avanzan sobre nuestra educación.

Por lo tanto: 1. Debemos cuidar que interpretaciones ad hoc de la “autonomía” no incidan en el aislamiento de instituciones de todos los niveles educativos, deteriorando el carácter sistémico de la educación pública. 2. Debemos evitar que se consoliden circuitos de escolarización de diferente status social, llevando a fondo las reformas en el tronco central del sistema e incorporando las innovaciones que producen los programas socioeducativos. 3. Debemos dar un salto cualitativo en los acuerdos de UNASUR y el Mercosur, para alcanzar un espacio libre de analfabetismo, abandono y fracaso educativos. 4. Debemos consolidar regionalmente una concepción de la evaluación pertinente a nuestras culturas, nuestros proyectos de países y de región, que dé cuenta de los caminos que se vienen transitando, evitando la fotografía publicitaria del momento del supuesto fracaso.

Hemos recorrido el camino de la reconstrucción educativa. Es la hora de profundizar ese camino, sentando definitivamente las bases de nuestra soberanía educativa.

educar en Córdoba | no 31 | Junio 2015 | Año XI | ISSN 2346-9439
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