Fortalecer la institución aprehendiendo críticamente de su contexto

Ignacio Xavier Ruibal

El Programa de Inclusión/Terminalidad para la Educación Secundaria (PIT) es un intento por traer nuevamente los chicos al colegio y desde esa perspectiva se genera más espacio para diferentes experiencias pedagógicas. Y la clave, creo, es que no se busca un proyecto general y uniforme de alumno, sino que se enfoca en la particularidad de cada estudiante. Cada chico hace su propio recorrido.

Nuestro trabajo como preceptores tiene que ver con conocer a cada uno de ellos, saber de dónde vienen, cuáles son sus problemáticas en lo individual, y a la vez, como grupo y en el aula, incentivarlos a trabajar en equipo. Recuperar -o a veces construir- la idea de que tienen las capacidades necesarias.

La mayoría de los chicos vuelve al colegio con la convicción de que el fracaso es irremontable, de que no van a poder. De hecho, el propio sistema educativo formal y la sociedad dan un mensaje confuso y complaciente. Nosotros, junto con los profesores, trabajamos desde otro lugar: poniendo en valor lo que van logrando, haciendo hincapié en sus capacidades. Y así que lleguen a enfrentar sus problemas como obstáculos a resolver y superar.

Acá hay una cuestión casi filosófica y tiene que ver con la contracara del fracaso. Constantemente debemos reconstruir y generar expectativas y ambiciones. No tienen por qué conformarse con un trabajo cualquiera, ni con lo primero que encuentran en general. Y conjuntamente ampliar el espectro de herramientas para tomar decisiones y, garantizarse y aprovechar más y mejores oportunidades.

Una de las cosas que aprendí es que los objetivos y procesos en educación son a largo plazo, y que requieren de mucha constancia. Como preceptores, la estrategia para trabajar con los chicos es buscar el tiempo y lugar para hablar con ellos, tanto en grupo como individualmente. Al principio cuesta ganarse su confianza, pero sosteniendo en el tiempo este espacio, los chicos notan el interés genuino y se abren.

En el aula, es fundamental estar atento a que participen todos. Poner en valor sus opiniones, lo que cada uno puede aportar desde sus experiencias personales. Dentro de la clase o en una charla es trascendental, desde una opinión general, llegar a poner en análisis situaciones de su vida. Que se escuchen a sí mismos, que descubran que tienen algo para decir, y así comiencen a darle forma de una manera consciente al criterio propio.

También resaltando constantemente el poder de compartir miradas.

Parte de nuestro trabajo es hacer que los chicos se reincorporen a la vida institucional y eso también significa asumir y seguir ciertas reglas. Esto es bastante difícil, porque una vez que dejan la escuela, los chicos manejan sus tiempos de una forma muy libre. Sin embargo, conocerlos nos asegura un mejor trato y acercamiento para trabajar con esas reglas y límites. Que no tienen que ver con una imposición desde el miedo, sino con el poder argumentar y explicar el porqué de cada cosa. ¿Por qué es importante llegar a horario? Porque el orden en que se dan los contenidos está pensado para poder entenderlos mejor. Llegando tarde afectás tu propio proceso y el de tus compañeros. También vinculándolo con objetivos a futuro, muchos quieren terminar el secundario para conseguir un mejor trabajo: bueno, la puntualidad es una cualidad que se valora en los ámbitos laborales. “Acá te van a poner una falta y capaz eso no te preocupa, pero en un trabajo te echan”.

En cuanto a los límites, y en cuanto a todo, la mejor estrategia es no subestimar su capacidad de comprenderlos y asumirlos. Tampoco subestimar estos límites, es decir, tener una mirada crítica sobre el porqué de su implementación, cuándo hacen a una mejor forma de habitar la institución y cuándo son una mera imposición validada por la costumbre. Volviendo al principio, experimentar criticando la costumbre y potenciando el colegio en su conjunto.

educar en Córdoba | no 31 | Junio 2015 | Año XI | ISSN 2346-9439

Fortalecer la institución aprehendiendo críticamente de su contexto

El Programa de Inclusión/Terminalidad para la Educación Secundaria (PIT) es un intento por traer nuevamente los chicos al colegio y desde esa perspectiva se genera más espacio para diferentes experiencias pedagógicas. Y la clave, creo, es que no se busca un proyecto general y uniforme de alumno, sino que se enfoca en la particularidad de cada estudiante. Cada chico hace su propio recorrido.

Nuestro trabajo como preceptores tiene que ver con conocer a cada uno de ellos, saber de dónde vienen, cuáles son sus problemáticas en lo individual, y a la vez, como grupo y en el aula, incentivarlos a trabajar en equipo. Recuperar -o a veces construir- la idea de que tienen las capacidades necesarias.

La mayoría de los chicos vuelve al colegio con la convicción de que el fracaso es irremontable, de que no van a poder. De hecho, el propio sistema educativo formal y la sociedad dan un mensaje confuso y complaciente. Nosotros, junto con los profesores, trabajamos desde otro lugar: poniendo en valor lo que van logrando, haciendo hincapié en sus capacidades. Y así que lleguen a enfrentar sus problemas como obstáculos a resolver y superar.

Acá hay una cuestión casi filosófica y tiene que ver con la contracara del fracaso. Constantemente debemos reconstruir y generar expectativas y ambiciones. No tienen por qué conformarse con un trabajo cualquiera, ni con lo primero que encuentran en general. Y conjuntamente ampliar el espectro de herramientas para tomar decisiones y, garantizarse y aprovechar más y mejores oportunidades.

Una de las cosas que aprendí es que los objetivos y procesos en educación son a largo plazo, y que requieren de mucha constancia. Como preceptores, la estrategia para trabajar con los chicos es buscar el tiempo y lugar para hablar con ellos, tanto en grupo como individualmente. Al principio cuesta ganarse su confianza, pero sosteniendo en el tiempo este espacio, los chicos notan el interés genuino y se abren.

En el aula, es fundamental estar atento a que participen todos. Poner en valor sus opiniones, lo que cada uno puede aportar desde sus experiencias personales. Dentro de la clase o en una charla es trascendental, desde una opinión general, llegar a poner en análisis situaciones de su vida. Que se escuchen a sí mismos, que descubran que tienen algo para decir, y así comiencen a darle forma de una manera consciente al criterio propio.

También resaltando constantemente el poder de compartir miradas.

Parte de nuestro trabajo es hacer que los chicos se reincorporen a la vida institucional y eso también significa asumir y seguir ciertas reglas. Esto es bastante difícil, porque una vez que dejan la escuela, los chicos manejan sus tiempos de una forma muy libre. Sin embargo, conocerlos nos asegura un mejor trato y acercamiento para trabajar con esas reglas y límites. Que no tienen que ver con una imposición desde el miedo, sino con el poder argumentar y explicar el porqué de cada cosa. ¿Por qué es importante llegar a horario? Porque el orden en que se dan los contenidos está pensado para poder entenderlos mejor. Llegando tarde afectás tu propio proceso y el de tus compañeros. También vinculándolo con objetivos a futuro, muchos quieren terminar el secundario para conseguir un mejor trabajo: bueno, la puntualidad es una cualidad que se valora en los ámbitos laborales. “Acá te van a poner una falta y capaz eso no te preocupa, pero en un trabajo te echan”.

En cuanto a los límites, y en cuanto a todo, la mejor estrategia es no subestimar su capacidad de comprenderlos y asumirlos. Tampoco subestimar estos límites, es decir, tener una mirada crítica sobre el porqué de su implementación, cuándo hacen a una mejor forma de habitar la institución y cuándo son una mera imposición validada por la costumbre. Volviendo al principio, experimentar criticando la costumbre y potenciando el colegio en su conjunto.

educar en Córdoba | no 31 | Junio 2015 | Año XI | ISSN 2346-9439
Luciano